jueves, 30 de diciembre de 2010

Adiós cigüeña... ¡adiós!









Con la inminente llegada del 2011, cierro este blog porque siento que este ciclo ya también acabó.
Mi año 2010 que empezó fatal y acabo fantástico. Acaba hoy, ahora.
Ayer estuve un ratito con Cuca y Kiko que me recordaron los Kikocuentos y me infundieron ganas de reorganizar el trabajo dormido.
Vinieron a comer conmigo mis colegas María V. y JFJ y celebramos nuestros 36 años de amistad con muchas carcajadas, alguna foto y proyectos de viajes y más risas en común. Subo las fotos que hemos hecho con el móvil de JF.
Cerró el día la llamada de mi amigo del alma JC, a quien acabo de nombrar "número uno de mi club de fans" porque ya lleva diez libritos míos regalados y me ha encargado otros cuatro.
Habrá un diario 2011, lo habrá, pero ahora me voy a dormir porque han sido demasiadas emociones para un cuerpo aún algo débil.


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PRIMERO DE ENERO DE 2011.
YA HE COMENZADO MI NUEVO DIARIO.

http://diariodeadu2011.blogspot.com

lunes, 27 de diciembre de 2010

Doña Rosita y sus compras

Rosita tiene ya ochentaytantos y siempre fue muy coqueta. A ella le gusta que la llamen "Doña Rosita", como a casi todos los de su generación porque, al parecer, procede de cuando quienes habían alcanzado el título de bachillerato, merecían ese tratamiento y se acostumbraba a hacerlo por deferencia, tuvieran ese nivel cultural o no.
A Doña Rosita le gusta mucho ir de tiendas desde siempre, pero no a cualquier tienda, no, sino a las más caras, a las de firma, a las de nombre, a las "mejores". En sus tiempos de prosperidad se lo podía permitir y se lo permitió holgadamente. También, hay que reconocerlo, hubo anteriormente tiempos difíciles y supo tirar con un par de modelitos al año, estilosos y de buena calidad, pero solo un par. Así, Doña Rosita vivió hasta que tuvo la desgracia de enviudar.
A partir de ese momento, su vida comenzó la trayectoria caótica sin retorno. Por un lado, porque ni Doña Rosita ni su marido estaban acostumbrados a "echar cuentas", elemental procedimiento matemático de ecuación:

LO QUE ENTRA = LO QUE SALE + LO QUE SE AHORRA

Aunque a veces el término "lo que se ahorra" es igual a cero.
Cuando el término "lo que sale" empieza a ser mayor de "lo que entra", hemos de tomar medidas. O eso es lo que hacemos la mayoría de la gente normal. (Inciso: ¿y qué es "normal"? ... ¡ah!, ¿quién se atreve a definirlo?)

La cuestión es que Doña Rosita nunca pudo con esa, en apariencia sencilla, operación aritmética. Nunca se le dieron bien las matemáticas. Una pena (o no).

La puntilla fue hace bien poco. Conversando de las ventajas e inconvenientes de utilizar tarjetas, de débito, de crédito o cualquiera de las versiones que existen en el mercado, Doña Rosita opinó:

- Pues a mí lo de la tarjeta me gusta muchísimo. Es la mar de cómodo. Metes la tarjeta en un cacharrito, le dan a un botón y yo sólo tengo que firmar. No hay que pagar ni nada, ellos se encargan de todo... Digo yo si será que lo pagan entre los comerciantes o algo así...

Sus hijos, presentes en la conversación se cruzaron las miradas. Al final, yo estallé en carcajadas y le dije:

- Doña Rosita, me acaba usted de inspirar un relato, esto tengo que contarlo, gracias.

Creo que le di un beso, no recuerdo bien.

Queda una vez más demostrado que la realidad supera la ficción y que la vida es constante fuente de inspiración.

La realidad supera la ficción
La vida, fuente de inspiración


¿Endecasílabos?

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Lotería Nacional

FOTO: Número que jugábamos en la resi y que NO ha sido agraciado, en versión digitalizada. Por fin le voy cogiendo el tranquillo al escáner.
PREGUNTA FILOSÓFICA: ¿Entrará en el bombo la bola cero cero mil cero cientos cero cero? Me recuerda a un chiste, pero no, en serio yo creo que sí, que el 00000


sí que entra en el sorteo, como el 99999. Creo yo.
Otra cosa es si lo compra alguien porque, a ver, ¿quién va a comprar ese número? Cero compradores del número cero. Parece el título de una obra de teatro: CERO COMPRADORES DEL NÚMERO CERO.

Por una parte estoy muy contenta porque NO me ha tocado la lotería. Había tenido la premonición de que sí.

Como me abdujeron y ahora soy algo bruja, tuve esta visión: las cámaras de TV en la puerta de la resi y las viejecitas caturreando a la par que las auxiliares saltaban y brindaban con champán del malo... y yo subía a refugiarme en mi habitación porque me daba mucho corte (posibilidad “a”), o bien (posibilidad “b”), me daba la vena valiente y decía ante los micrófonos:

A mí ya me tocó la lotería este año: estuve a punto de perder la vida y la gané, ¿que más lotería puedo desear?

Ese mismo día, saqué pasta (unos 170 euros) de mi cuenta que utilizo ahora solo para caprichos e imprevistos pequeños. Con ellos compré ocho décimos (el cuento de la lechera) y los repartí entre la gente más querida. Y me quedé uno porsi.

Como no ha tocado deduzco que mi visón fue una tontería y que no estoy abducida o bien que el neurocirujano que me operó es fino fino.

En fin, que no me compraré el pisito en Madrid pero estoy muy tranquila porque ahora cada vez que intuyo un mal presagio sabré que es una tontería.

martes, 21 de diciembre de 2010

Goethe, la Bauhaus y el Románico

Leyendo a Kundera, me entró curiosidad por Goethe y esta mañana la he pasado en la biblioteca del Instituto Goethe en Madrid, Calle Zurbarán 21. Un edificio precioso, antiguo palacete sin duda, cercano a la Castellana.
Me habían recomendado una traducción de Rosa Sala que me tenían allí reservadita para mí. Me gusta.
También he estado mirando un libro grandote sobre la Bauhaus que me recordaba mis tiempos de la ETSAM y me acordé mucho también de María V., de JF y de Maribel (qepd), ya que hicimos un trabajo sobre la Bauhaus que nos quedó muy lucido, me parece que se lo quedó Maribel... ¿estará con ella en el cielo?
También me entretuve en mirar capiteles, cristos y tímpanos del Románico, que siempre me ha gustado mucho más que el gótico, y especialmente esas esculturas tan infantiles: rígidas, cándidas, como muñecos...

Llovía a la ida discretamente. A la vuelta llovía, primero muy poco, después más y más hasta que he "pillado" un taxi libre. Es en lo único que gasto ahora: en taxis, y poco, porque siempre que puedo voy andando (tengo todo el tiempo para llegar). Creo que, estando descansada, he recuperado mi velocidad normal.
Esta tarde toca recogimiento: ordenar papeles y contestar e-mails.

Mañana, como nos va a tocar la lotería (soy poco original en esta esperanza, lo confieso), un problema nuevo se nos planteará. Yo ya he decidido en qué emplearlo: comprarme un pisito en Madrid.

Y en un par de días entramos de lleno en las ñoñadades. Lástima de eclipse que nos perdimos anoche por estar el cielo nublado.

domingo, 19 de diciembre de 2010

Desnuda tu prosa

Desnuda tu prosa de floritura
y tendrás Literatura.


(Yo)


Jo. Qué me está dando la vena poética. ¿Será por leer "La inmortalidad" de Kundera?, que me fascina, tanto como lo hizo "La insoportable levedad del ser". Puedo leer como mucho cuatro capítulos al día, tal es su profundidad. Pero ¡ojo! no es nada pedante.
Leerlo me está suscitando curiosidad por Goethe, del que leí algo en mi juventud. La semana próxima voy a ver si puedo acercarme a la biblioteca del Instituto Goethe en Madrid, con el que ya he contactado para que me recomendaran alguna traducción buena de "Poesía y verdad".
"Poesía y verdad" es un capítulo o parte de "Memorias de mi vida", de Goethe, que mencionó Paco, el padre de Celia, hace dos millones de años, cuando el tiranosaurio andaba a sus anchas por aquel jardín de Jávea, creo.

sábado, 18 de diciembre de 2010

La flor de Pascua, el negrito y el supermercado.


Después de unos días intensos de papeleo, llamadas y emociones (positivas y negativas), llegó el viernes y mi cita con la psicoterapeuta Yolanda. Comió aquí mi prima Paloma y me acercó hasta la zona y, como sobraba tiempo, me tomé un café y di una vuelta. En esto que me fijo que en la esquina donde hay una tienda de flores, muy bonita la tienda y muy bonita la flor.
Ya la semana pasada me dijo Yolanda que merecía un premio por mi auto-control, pero no supe decidirme por nada. Días más tarde recordé una preciosa pascua bicolor que había visto en una floristería junto a la casa donde viví mis primeros veinte años. Había preguntado su precio, veintidós euros, y me dije que lo pensaría.
Después del premio no materializado y la semana de sobresaltos y autocontrol extra, había yo ya tomado la decisión de comprarme la flor, aunque aún me dolían los veintidós euros.
Pero ayer, ese viernes, se me apareció una gemela de mi soñada flor y entré a preguntar.

- Son diez euros... me parece que sólo queda esa - me dijo el dependiente.
- ¡Me la llevo!

Me quedé tan contenta.
Iba yo por una estrecha y céntrica calle con mi bolso, ya habitualmente grande (¡qué tiempos aquellos en que los bolsos suscitaban la curosidad varonil!). Además, me había comprado unas magdalenas para desayunar y ahora, la flor.
Cuando voy a psicoterapia, como hablo mucho, me gusta llevar una botellita de agua para poder beber en las pausas. Con mis paquetes a cuestas, apenas se me veía y además estaba cansada del día, de la semana y del volumen. Paso por delante de un supermercado pequeño (no soporto los grandes) y me acuerdo del agua, pero... ¡cómo pasar de aquella guisa!

CONTINUARÁ

viernes, 17 de diciembre de 2010

Hogar, dulce hogar.


Pepo ya tiene "mamá de acogida" hasta que pueda volver conmigo.
O tal vez se encariñen tanto la una con el otro y el uno con la otra que... vete a saber. En la vida nunca se sabe.
Gracias, Asun.

domingo, 12 de diciembre de 2010

No es un día cualquiera

Soledad Puértolas.

La descubrí con “El bandido doblemente armado”, allá por el año 1990-1992, cuando aún era poco conocida (no digo “muy poco conocida” porque ya publicaba en Anagrama). Me atrapó.
Poco después, leí en una columna suya, o un artículo de opinión de

nosecuál
suplemento
dominical


(¡cielos! en verso con rima… ya casi soy poeta ;-)

La cosa iba de Ágatha Christie, hablando de la baja calidad de sus novelas. Me extraña la expresión “baja calidad” en boca de Soledad, pero ese es el mensaje, el concepto que yo recuerdo. Ni corta ni perezosa, que diría mi madre, yo la envié una carta a su editorial habitual expresándole mi disconformidad.
El lector madura, comenzamos de niños con los tebeos, pasamos por “Las aventuras de los cinco” y Zane Grey en la adolescencia, seguimos con Julio Verne y Herman Hesse en la juventud y, con un poco de suerte y vocación, nos vamos adentrando en la madurez de la mano de otros autores más Literarios, con mayúscula.
Ágatha Christie perteneció a mi época de adolescencia, trece añitos, junto con Celia, Isabel, y nuestra rebeldía contra las monjas. Así se lo expresaba yo, más o menos, a esta entonces “escritora secundaria” quien, para mi sorpresa, me contestó. Con tanta mudanza a mis espaldas, a saber dónde guardo esa carta que, recuerdo bien, estaba manuscrita e iba acompañada de una postal muy bonita con un dibujo de una cúpula de Brunelleschi.
Seguramente esto Soledad lo haya olvidado, o tal vez no, porque su calidad humana es de una talla XXXL. O tal vez sí, porque su memoria no puede tener veintiocho millones de gigabytes. Da lo mismo.

Ayer, ya señora académica (felicidades de corazón, Soledad), fue entrevistada en el conocido programa de Pepa Fernández "No es un día cualquiera" en RNE-1. Vaya “duelo” precioso de excelentes conversadoras. Hablaron de los personajes secundarios (tema de su discurso de toma de posesión como académica), de vecinos, de viajes, de vacaciones en familia, de salud…

Me sentí hace tiempo identificada con Soledad una vez que leí que ella nadaba a diario debido a su precaria salud. Yo tengo problemas en la espalda desde los trece años, con la que me llevo bien si nado, voy a un buen fisioterapeuta y no me excedo.

En esta charla con Pepa, volvió a salir el tema de su salud. Habló Soledad de la incomprensión de los demás ante las personas (especialmente si son jóvenes); de su “negación”. Le cuesta a la gente comprender que hay niños, jóvenes, maduros, que no podemos hacer las mismas cosas que los demás… como si quisieran negar que el dolor y la enfermedad existen, cuando son parte consustancial de la vida.

Me dejó la entrevista, en fin, bastante encandilada porque esta mujer es fluída y precisa, como su prosa. En sus novelas importa poco lo que pasa, lo realmente emotivo es el cómo lo cuenta ella, Soledad, que me envió una carta manuscrita hace millones de años y ahora… ¿dónde estará aquella carta? ¿dónde la postal de Brunelleschi?
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También hablaron de las mentiras. De esas mentiras que todos hemos dicho. De esas a las que los hijos, todos los hijos, hemos recurrido para evitar un "no te dejo" o por falta de ganas de dar excesivas explicaciones. Soledad le decía a Pepa que le interesaba "explorar esas mentiras". Este fragmento de la entrevista me recordó tantas cosas... Entre otras a mis favoritos "Apres la pluie" y "Preludio del desamor".
Pero como decía, no sé bien si Joyce en "Retrato de un artista adolescente" o Rylke en "Cartas a un joven poeta", como alguno de los dos escribió:

"... cuando el artista ha finalizado su obra, permanece indiferente, limándose las uñas..."


Lo cual a mi vez me recuerda a la ironía de la concursante que se lima las uñas mientras el jurado delibera sobre su propuesta al concurso (en mi breve relato "El jurado"). No sé si esta ironía puede ser captada, al menos no fácilmente.

Como escribía, que me disperso, yo ya estoy pensando en mi siguientes pinitos cuando acabo de poner a la venta mi primera cosa.

Y también comentaba hace unos días con alguien (¿con Esther?):

- Yo ya he tenido un hijo, he plantado un árbol y he escrito un libro. Mi misión en la vida está cumplida - eso se decía antes, no sé ahora.

En realidad he plantado varios árboles, no muchos, pero sí dos o tres y uno de ellos -un abeto de navidad- prendió y creció, hace tiempo que no voy a verlo. También he escrito más de un libro (si es que se puede llamar "libro" a lo que he/me han publicado).
Sin embargo me quedé con ganas de tener una hija; la Naturaleza no quiso y yo no quise contrariarla. Ahora ya es tarde.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Pepo... ¡guau, guau!

Encontraron a mi perrito temblando de frío y de miedo, abandonado en los jardines del Hospital de la Trinidad. No llevaba micro-chip. Eso me contó Isabel, la voluntaria de la Sociedad Protectora de Animales.
Pepo es mediano, mezcla de pastor catalán y terrier, unos once kilos de peso. Yo iba buscando un perro pequeño para poderlo llevar en transportín, pero allí todos eran grandes, casi todos feos. Me llamó especialmente la atención este perrillo (bautizado como "Pimpi" en la Protectora) porque no paraba de ladrar y porque era (es) bonito, muy gracioso, a pesar de esos dientes tan feos.
Volví otro día a la Protectora con mi hijo para que me ayudara a decidirme y él no lo dudó: salimos de allí con “Pimpi”, rebautizado “Pepo”. Lo asombroso, al menos para mí, fue que nada más entrar en mi coche, yo de conductora, mi hijo con Pepo en su regazo, dejó automáticamente de ladrar. Desde ese momento Pepo solamente ladraba cuando nos alejábamos de su lado. También, ahora voy haciendo memoria, se ponía algo histérico cuando nos cruzábamos con alguien haciendo “footing” o veía u olía algo que sin duda le disgustaba, no logro aún atar todos los cabos.
Pepo me demostró un agradecimiento y un amor exagerados, que llamaron la atención de cuantos nos conocieron. A medida que yo iba enfermando, su ansiedad aumentaba, pero como ignorábamos mi estado, no sabíamos a qué atribuir su creciente estado de agitación. Llegó a darme algún disgusto por enfrentarse con otros perros por la calle.
Pepo se quedó en una residencia canina de Zamora para un fin de semana y… hasta ahora. Ahora debo tomar una decisión respecto a su futuro y me preocupa. Solo quienes hemos convivido con un animal comprende esta preocupación. Como me advirtieron mi hermano y un querido amigo (quien entonces tenía una perra), el animalillo lega a convertirse en un miembro más de la familia.
Durante estos cinco años –el puente de la Constitución fue el aniversario de la adopción- me he sentido más querida que por ningún otro ser vivo.
Respecto a su edad, nadie lograba darme una fecha aproximada, unos que tres, otros que cinco, otros que siete años. Según la media, ahora Pepo debe tener el equivalente a mi edad aproximadamente: unos diez-doce años perrunos, unos cincuenta humanos.

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MARTES 14 DE DICEIMBRE DE 2010

Pepo, mi pepito, era un perro manso y dócil, tranquilo, nada juguetón. Pasa el día tumbado, junto a quien le cuida; es decir, Pepo ha permanecido tumbado junto a mí en estos últimos cuatro años y medio. En los paseos, al menos dos diarios: uno corto y otro largo, tenía aspecto de perro feliz, meneaba su rabo e iba curioso fisgando todo. Se comía las avispas. Corría como una exalación detrás de algún conejo o animal que se le pareciera, debe ser por su algo de sangre cazadora. Un estómago de perro delicado porque casi todo lo que no fuera pienso le sentaba mal, no le podía dar ni huesos, que le chiflaban, porque al día siguiente vómitos y diarrea. Los primeros meses me molestaba en hacerle guisos sencillos de carne con arroz pero más tarde desistí. Cuando se le escapaba su caca, se quedaba avergonzado en un rincón, debajo de una mesa o bien, trataba de llamar la atención y dirigirte hacia donde estaba la prueba de su "delito". Su estado gástrico empeoraba en verano.
Una vez le descubrí una capa opaca en un ojito, pensé que sería que iba siendo viejo. La veterinaria le miró y recetó unas gotas que para ponérselas era un sufrimiento, pues no se dejaba. Al cabo de varias semanas, vimos que no mejoraba nada la herida. Tuve que llevarlo, por indicaciñón de la propia veterinaria, a una clínica oftalmológica en Madrid y le practicaron una sencilla intervención quirúgica. Esa noche, se subió a mi cama por la noche, cosa que no había hecho jamás (necesitaría sentirse más acogido, mimo, en definitiva). No lo volvió a hacer.
Pepo solía dormir a la puerta de mi dormitorio, sobre un cojincillo. Algunas veces, no siempre, se escapaba y se metía debajo de mi cama. Cuando mi hijo aún vivía en casa, aprovechaba cualquier ausencia suya y despiste mío para subirse en su cama vacía.
En general no daba problemas, salvo los derivados de sus molestias gástricas, que se corrigieron bastante cambiándole la alimentación por únicamente pienso y agua. En primavera se mostraba enloquecido y corría detrás de las perritas en celo, pero en cuanto el perfume se disipaba, él se calmaba. Sí que era molesta su excesiva dependencia de mí, que incluso manifestaba queriendo "montarme", cosa que escandalizaba a mi madre y a mi hijo, y que yo, sin alentarle, interpretaba como una demostración de alegría. Los perros no entienden de moral y menos de "moralina". Esta pasión desbordada por su dueña se empezó a hacer más molesta en los últimos meses. Visto con la distancia, seguramente Pepo me notaba rara e intuía que no estaba bien. La cuestión es que estuve planteándome si castrarle, pero personas allegadas no me lo aconsejaron, "les cambia el carácter" me dijeron, y yo dudaba. Una veterinaria francesa en Toro me habló de algo innovador: un implante superficial, bajo la piel, que reducía el nivel de testosterona pero era reversible pues tenía una duración aproximada de seis meses. Se lo pusimos hacia Navidades, concretamente creo que el día 28 de diciembre. Empieza a hacer efecto lentamente y en efecto, hacia un mes después, nada había cambiado en apariencia, pero no hacía muestras de "querer montarme" (puesto entre comillas), pero seguía dando saltos y ladrando en cuanto me presentía y se quedaba con la cabecita ladeada cuando me marchaba.
- Es que eso, esa ansiedad, no se la vamos a poder quitar nunca -me dijo la veterinaria francesa.

Yo luchaba en mi conciencia por lo molesto de esa exagerada dependecia de mí, pero realmente no sabía cómo actuar.

En los últimos meses, como creo ya he escrito, se volvió incluso agresivo, haciendo gestos de ataque a otros perros al cruzarse con ellos.

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Mi madre se ha sentido celosa, me consta, de Balto (el huskie de mi sobrina, bueno la mascota de toda la familia). Un día me preguntó si no pensaba yo que mi hijo podría estar celoso de Pepo.

- Pues no sé mamá, me parece fuera de lugar, mi hijo ya es marorcito ¿no? En todo caso, él participó de forma activa en la decisión de tener un perro.

Todo esto me recuerda al capítulo tan magníficamente descrito por Kundera, en el que habla de la perra Karenin. Por cierto, creo que aquí le pillo un pequeño fallo a mi admirado Kundera. En Rusia, si no me equivoco, las hembras toman el apellido del marido añadiendo una "a". Por ejemplo Gorbachov, Gorbachova.
Al perro de Teresa y Tomás en la novela lo bautizan "Karenin" en recuerdo de la novela de Tolstoi.
Entonces, si Karenin es macho, el perro no puede "parir panecillos y miel", no puede ser una perra.
También es posible que el nombre se deba a Anna Karenina (la conocida Lara de la película Dr. Zhivago) y la diferencia (Karenin/Karenina) sea cuestión de interpretación del original.
Me gustaría averiguarlo.
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JUEVES 16 DE DICIEMBRE

Nuestro paseo habitual consistía en recorrer el Paseo fluvial del Tormes. En uno de los primeros días de paseo, Pepo vio u olió algo parecido a un conejo (tal vez un visón; había muchos escapados de un criadero cercano), y se lanzó como un poseso hacia ello. El bichillo se metió en una finca por debajo de la cancela, agujero por el que el perro no cabía. Pegó Pepo un salto de tal calibre que saltó la tapia, un muro de más de dos metros de alto. Allí estuvo ladrando y “haciendo de las suyas” bastante tiempo. Al cabo de un buen rato, yo ya le daba por casi perdido, salió cojeando con la pierna ensangrentada, cojeando pero corriendo hacia mí -buscándome-.
Afortunadamente, muy cerca está la clínica veterinaria donde le atendían habitualmente. Maria José, la facultativa, le limpió y curó la herida con mimo. Me dijo que la herida parecía una mordedura de perro grande. Pepo cojeaba ostensiblemente. De repente, me di la vuelta para coger algo y Mª José, muerta de risa, me dijo:

- Espera, espera, vuélvete otra vez… Ja ja ja… cuando tú no le miras, el perro no cojea…

Otras anécdotas simpáticas.
Pepo y sus novias.


Al llegar la primavera, a Pepo le encantaba ponerse a mirar por la ventana (ventana grande, llegaba hasta el suelo). Bueno, casi siempre miraba por la ventana o a mí. Teníamos en aquella casa unas vistas muy bonitas, hacia el río, y había muchos paseantes como nosotros. Le habilité un sillón viejo que estaba a punto de tirar y lo puse en un rincón estratégico para que pudiera mirar hacia el paseo fluvial. Cuando olía alguna perrita en celo, se ponía en estado de alerta, rígido el rabo y las orejitas. Hizo muy buenas migas con una perrita similar a él, Luna, cuyos dueños eran una pareja que vivían en la misma manzana y se pasaban la vida allí. Luna se hacía la interesante, coqueteaba en torno a Pepo e incluso le daba cariñosamente con la patita, pero cuando Pepo intentaba acercarse más, la pícara se echaba a correr. Los dueños y yo teníamos medio convenido que en el próximo celo de Luna, se hicieran novios. Un día primaveral, sin previo aviso, Luna se sentía cariñosa y Pepo estuvo bailando a su alrededor. Los filmé con mi móvil pero nunca supimos si llegaron a culminar su affaire.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

De calva a punki.


Nunca he sido coqueta. Siempre he pensado, aunque sean topicazos, que "la belleza está en el interior" y que "la cara es el espejo del alma". Por eso solía decir mi madre (cuando no estaba tan viejecilla como ahora) que parecía mentira que de una madre tan coqueta hubieran salido dos hijas tan poco (tan poco coquetas, ¿obviamente?)
El pelo en seguida me empezó a crecer, y se comenzó a percibir un tapiz "azul oscuro casi negro" (el título de otra estupenda película). Cosa de días. En cuestión de semanas, aún me ponía sombrero para salir a la calle, sobre todo porque aún atizaba el sol de verano. La primera vez que me sentía favorecida por un sombrero, pues hasta mis 53 veranos, siempre me dio la sensación de que parecía un champiñón.
Ya bromeé anteriormente sobre "mis trenzas", creo. Pero es que nunca me vi fea.

- Tiene que ser muy guapa para estar calva y no resultar fea - suenan estas palabras en mis oídos, dichas por norecuerdo quién.

Pues no soy ni guapa ni fea, y no seré yo quién lo juzgue, cada cual verá lo que quiera ver.

El caso es que a estas alturas, casi cinco meses después, tengo el pelo como mi hijo calificaría de "lesbiana" (*) pero me queda graciosillo y sobre todo, ahorro en peines que no me lo pienso dejar volver a crecer... En serio, ahorro sobre todo en tiempo de dedicación al pelo. Voy a ver si consigo "subir" una foto que me sacó días pasados mi amiga Esther.

(*) No sé si la palabra "lesbiana", gramaticalmente correcta, es con "be" o con "uve".

NOTA POSTERIOR: Consultado en diccionario de la R.A.L.E., lo correcto es "lesbiana", (procedente de "Lesbos")

martes, 7 de diciembre de 2010

La peluquera del R y C

FOTO: Por Adu, con el móvil de Esther, ayer, en mi apartamento. Al fondo, mi amiga reflejada en el espejo (apenas se la reconoce).

"El marido de la peluquera" era el título de una película que me gustó mucho. La acabo de recordar.
Ayer se marchó mi amiga Esther, después de estar un par de días aquí conmigo. Estando con ella salió el tema de los pelos y las canas... Bum bum bum... me llegan los recuerdos como a saltos cuánticos, qué bonito es...

La peluquera del hospital Ramón y Cajal me dio un abrazo y un beso después de haberme afeitado la cabeza.

- ¡Qué valiente eres! - me dijo emocionada.

Ella no sabía que yo no soy valiente (?) ni tenía ningún mérito, estaba como un niño y lo que pensé cuando me dijeron con tanto tiento que me tenían que rasurar la cabeza fue lo siguiente.

Qué bien. Así resuelvo el tema de no volver a teñirme, que mira que siempre pensé y dije que no iba a teñirme, que te esclavizas a la peluquería de por vida y mira tú que la peluquera esa carera, la más cara de Salamanca me engañó, y con eso de "solo un poco de color" me puso toda la cabellera pringada de tinte casi negro con el albal ese de los cataplines y en esto, me llamó mi inquilina y como es semi-sótano no se me oía y a la calle me eché a hablar, vaya pinta debía yo tener con la bata rosa y los pelos pringaillos y con el albal, pero como era como un niño ni vergüenza ni nada, eso sí: cuando me percaté no me hacía ninguna gracia ese horror de verse las raíces de los pelos blanquitas...

Total, a lo que iba, que me disperso. Que cuando me dejaron como a Yul Bryner (no sé si se escribe así); vamos, calva calva, pues ni sentí ni padecí, solo pensaba que qué bien, ya no me vuelvo a teñir, ya no me engañan más...

sábado, 4 de diciembre de 2010

Para pensar en un día de descontrol aérero

Igual que la física clásica dio lugar a la Ilustración y al mundo que ha venido después, es muy probable que la física cuántica de lugar a un mundo futuro radicalmente distinto al que conocemos. Puede que el ordenador cuántico detrás del que vamos sea la “maquina de vapor” de la nueva civilización hacia la que nos dirigimos.

http://www.tendencias21.net/cogno/Dos-realidades-la-fisica-y-la-mental_a55.html

jueves, 2 de diciembre de 2010

Otra anécdota del drama pasado y las ganas.

FOTO: "El efecto refexión", por Adu. Basilea, julio de 2007. En el ángulo superior izquierdo, aparece reflejada, de espaldas y en la acera de en frente, mi amiga Pipé.
Será la portada de mi próxima auto-edición-publicación si nada lo impide.


Recuerdo a mi hermana Marga, mirando su block de notas en mano, diciendo en la consulta del neurólogo:

- ... Es que hace cosas muy raras... por ejemplo: ella es muy creativa y ahora no escribe...

Aquello me impresionó porque me demostró:

a) Que mi hermana me observaba y me leía
b) Que me considera "muy creativa" y
b) Que a ella le parecía un síntoma evidente de deterioro el hecho de que yo no escribiera.

Es cierto que estaba tan degradada, tan degradada, que apenas escribía y, aunque nunca dejé de hacerlo del todo, no "subía" cosas a mi blog porque me parecían horrorosas.
Lo primero que recuperé fueron las ganas de hacerlo. Poco a poco, también la calidad. Aún ando algo baja de creatividad, por eso aprovecho para recopilar y editar mis escritos.

Aquella consulta del neurólogo en una conocida clínica madrileña sucedió a primeros de julio, justo unos días después de la visita al Psiquiatra Super Altivo Elegante. Mi hermana hablaba (esta vez mi hermano no pudo venir y mi "cuñadito" esperaba fuera). El neurólogo, la escuchaba con cara de ateo en Misa, y finalmente, ante la insistencia de mi Marga nos dio el "volante" para las famosas pruebas. Dijo a la vez que las extendía:

- Mire señora, le voy a ordenar las pruebas porque estoy obligado a hacerlo pero en fin... esto no es así... tendría que haber otros síntomas...

Mientras tanto, yo, como un niño pequeño de la mano de su madre, sin comprender nada pero dejándome llevar.

Escribo esto por si algún día alguien duda de que mis hermanos me salvaron la vida.
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Creo que ya he escrito varias veces en este diario que las ganas son muy importantes, que el cuerpo no me sigue pero que con la cabeza voy a todas partes. Quiero decir, que me comería el mundo si pudiera. Obviamente no puedo aún.

En la última fase antes de la operación estaba absolutamente desganada. Me daba pereza cualquier cosa: hablar, moverme, salir con amigos o amigas... Me pasaba el día tumbada viendo la tele, cosa que no he hecho en la vida, todo el día pegada a la UNO. Desayunaba con las noticias (esto me sigue gustando porque, entre otras cosas, como no leo la prensa, al menos me entero de los titulares de TODOS los periódicos del día). La mañana me la chupaba toda entera con el saber vivir (recuerdo los sanfermines contados por Mariló Montero como cosa última - qué cerca estaba ya mi ingreso en el Hospital-). Me veía hasta las fotonovelas esas que tienen tres millones de capítulos y nunca pasa nada, todos los personajes son malísimos y buenísimos... Entendí por qué a la masa general le gustan este tipo de programas: no tienen que pensar, es muy cómodo.

martes, 30 de noviembre de 2010

Balance de noviembre y... ¿fui abducida?

OBJETIVOS PLANTEADOS.
- Decidir destino de Pepo.
- Montar en autobús.

NIVEL DE CUMPLIMIENTO:
Satisfactorio.
Aún no he decidido dónde acabará finalmente mi perrito, pero sí he hecho avances importantes.
El domingo monté en el autobús CIRCULAR-2 con mi amiga del alma, Pili. Dos paradas. Pensábamos llegar hasta mi casa de niña (tres paradas) pero me equivoqué y nos bajamos antes. Ya había anochecido y decidimos volver andando.
La próxima vez, posiblemente el domingo que hay menos jaleo, me haré yo solita el trayecto completo, que es un auténtico tour madrileño en versión barata. Me apetece un montón. Y luego haré un reportaje... ¿No será esto el cuento de la lechera?...

METAS CUMPLIDAS ANTICIPADAMENTE.
- Poner al día mis cuentas.
- Renovar carnet de conducir.

(Tengo que revisar mi agenda e ir al hospital de los ordenadores, luego seguiré...)
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Tengo una curiosa teoría: llegaron unos extra-terrestres en un ovni, me abdujeron y me colcocaron en el cerebro una extraña sustancia. Por supuesto no lo recuerdo porque eso formaba parte del plan.
Años más tarde empecé a tener síntomas que nadie sabía diagnosticar con precisión. Hasta que estos síntomas fueron tan insoportables que le les ocurrió hacerme pruebas y más pruebas... Después llegó la craneotomía y la extirpación del meningioma. Pero aún se quedó dentro parte de algo desconocido para nosotros, que hace que estropee los ordenadores, los móviles, los e-mails, todo lo inalámbrico y gran parte de lo hilado.
A mayores, tuve una premonición hace bien poco (como un mes) sobre un accidente que resultó ser cierta. También tuve otra el sábado pasado que resultó no ser cierta, pero esa puede formar parte de ese margen de error que hasta las normas DIN admiten.

Esta teoría haría las delicias de los seguidores de Jiménez del Oso y gente afín. También hará estallar en carcajadas o bocanadas de incredulidad a los escépticos.
Personalmente, me encuentro más cerca de los segundos que de los primeros, pero nunca reniego de nada y estoy abierta a todo.

Lo que es objetivo y demostrable es:

a) Mi cerebro emite ondas que estropea unas cosas e intuye otras.
b) No existe operación ni medicina alguna en esta nuestra cultura que pueda corregir estas cosas que emite mi cerebro.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Hoy nieva en Madrid

Me sonrío cuando oigo decir que hace mucho frío. En esta urbe no han sufrido las mañanas a la orilla del Tormes helado ni esa “mañanita de niebla, tarde de niebla” que no deja ver el sol en todo el día. Soy de los que al sol tengo calor y a la sombra frío, de manera que mi intervalo de comfort es muy estrecho, pero me las apaño más o menos bien. Hoy caen copos y los puedo contar desde mi ventana; siempre escojo mi puesto de trabajo en función de lo que veo, y hoy veo nevar sobre los pinos y las aceras, bajo un cielo denso, muy distinto a ese azul que tanto me ha gustado siempre. Yo creía que era cosa mía, pero según me dijeron es cierto: en Madrid, como en Segovia, el cielo es de un celeste brillante especial, debido a nosequé fenómenos físicos metereológicos.
En cuanto olí nieve me cogí un taxi para volver de mi habitual paseo. Venía pensando que todo lo que cuento en este diario es absolutamente biográfico. Al contrario del anterior, en este blog no tiene concesiones a la fantasía, salvo lo de ayer, que no tengo ni idea por qué me salió la vena lírica y no tengo ni idea de lo que significa, pero no tiene que significar nada. Escribo porque me apetece (lo he dicho cien veces), porque me gusta y sin mayores pretensiones. Ahora, además, tiene un efecto terapeútico que, si lo pienso bien, en realidad siempre lo tuvo: escribir ordena la cabeza.
Al contrario que en el otro, en este blog no me interesa si me siguen o no, ni contesto normalmente a los comentarios; el anterior me enseñó mucho de retro-alimentación con el lector (creo que lo llaman feedback en lenguaje empresarial). Ahora sin embargo siento que cada cual es muy libre; yo sigo mi camino con independencia de lo que lean, escriban, piensen, digan, murmuren... Lo valoro como un síntoma de madurez por mi parte.
Superé con éxito la revisión para la renovación del carnet de conducir que ya tocaba. Me creció un poco la nariz: no tomo medicamentos, no me han operado de nada importante... Seguramente por eso le daba vueltas a lo de la sinceridad en el diario. Debe ser que ya no se me nota nada porque la gente me trata con normalidad (es decir, a lo bestia). El pelo me ha crecido lo suficiente como para parecer un pelo corto normal... ¿qué es “lo normal”? Pues “lo corriente”, diría mi hermano. Pues vale, mi pelo; mejor dicho, su longitud, es corriente.
Mañana pretendo hacer balance de los objetivos de este mes de noviembre.
Sigue cayendo nieve. Las aceras aún son grises y los pinos verdes.
El tamaño de los copos y su intensidad presagian una noche blanca.

domingo, 28 de noviembre de 2010

¿La muerte?

Llega y me abraza tiernamente por detrás, situando sus brazos alrededor de mi cintura, sin fuerza, sin blandura tampoco. Me acaricia subiendo sus brazos
despacio, muy despacio. Al subir los brazos, roza con ellos mi vientre, mi cintura, mis pechos, y besa mi nuca al mismo tiempo. Todo despacio, muy despacio. No hay nada turbador. No existe la culpa, ni deseo alguno. Es un profundo bienestar, dulce, carnal y espiritual al mismo tiempo. Me acerca hacia sí mostrándome su miembro más definitorio. Crece conmigo, crece a medida que yo me despido; crecemos y menguamos juntos.
Dudamos si decir alguna palabra, pero no, cualquier sonido perturbaría esta paz, rompería la magia del silencio que todo lo dice.
El camino (a la muerte) es el camino a ninguna parte. Por eso es tal vez tan liviano.
Un humo de nieve, muy blanco, juega y se entrelaza entre nuestros cuerpos como diciéndonos: "seguid, seguid, no temáis, vamos hacia la eternidad".
Yo no tengo miedo. Él sí, pero solo al principio. Él solo tiene miedo al principio. Cuando nota que mi cuerpo se afloja al compás de su presión se afloja él también, todo él se afloja... Y así, flotamos ambos en el éter.

El cielo nos recibe con una sonrisa eterna porque el cielo es él mismo: quien me ha poseído y a quien yo me he entregado. El cielo me ha recibido esta tarde en la siesta de una fría tarde invernal cualquiera.

sábado, 27 de noviembre de 2010

Amores perros.

¿Por qué es tan importante para Teresa la palabra idilio?...
… podríamos decir que un idilio es la imagen que nos ha quedado como recuerdo del Paraíso... se movía en círculo entre cosas conocidas. Su uniformidad no era un aburrimiento, sino un motivo de felicidad.

… Adán, en el Paraíso, cuando se inclinaba sobre una fuente, aún no sabía que aquello que veía era él mismo. No habría comprendido a Teresa cuando, de niña, se ponía ante el espejo y trataba de ver su alma a través de su cuerpo. Adán era como Karenin. Teresa se divertía con frecuencia poniéndolo frente al espejo. No reconocía su imagen y se comportaba con increíble desinterés y distracción.
La comparación entre Karenin y Adán me lleva a pensar que en el Paraíso el hombre aún no era hombre... la nostalgia del Paraíso es el deseo del hombre de no ser hombre.
… La respuesta me parece sencilla: el perro no ha sido expulsado nunca del Paraíso. Karenin no sabe nada de la dualidad entre el cuerpo y el alma y no sabe qué es el asco. Por eso Teresa se siente tan a gusto y serena con él.

De la confusa mezcla de estas ocurrencias, crece ante Teresa una idea blasfema de la que no se puede librar: el amor que la une a Karenin es mejor que el que existe entre ella y Tomás. Mejor, no mayor.
...
Es un amor desinteresado: Teresa no quiere nada de Karenin. Ni siquiera le pide amor.
..
Y algo más: Teresa aceptó a Karenin tal como era, no pretendía transformarlo...
Y luego: el amor hacia el perro es voluntario, nadie la fuerza a él.



De “La insoportable levedad del ser”, por Milan Kundera, 10 ª edición febrero de 1992.

FASCINADA ESTOY CON ESTA SEGUNDA LECTURA.
POR FIN ACABÉ Y HE SACADO UN RATO PARA TRANSCRIBIR LOS PÁRRAFOS SOBRE LOS QUE GUSTA PENSAR (REMITO A MI ENTRADA DEL 19 DE SEPTIEMBRE).

viernes, 26 de noviembre de 2010

¿Quién soy yo?

Todos nos hemos hecho esta pregunta alguna vez.
Pero en realidad yo hoy no me quería extender en cuestiones metafísicas, que mira que tengo ganas, sino más bien en el infierno español, por aquello de
"... cuando no falta el bote, falta la mierda"
(chiste muy malo que -no sé por qué- se me quedó grabado).

Llevo una semana que eso, cuando no falta el bote falta la caca, y me empieza a entrar complejo de que poseo poderes ultrasónicos que se encargan de romper ordenadores, impresoras, teléfonos... Pero no, es que desde que nació el wi-fi, la frontera entre la física y la magia se ha diluido y una ya no sabe ni quién es ni dónde está ni qué es lo que está pasando, salvo que ando mucho más deprisa hasta que me caigo. Eso me ha dicho la psicoterapeuta:

- Adu, no te lances, que en cuanto te encuentras mejor te quieres comer el mundo.

Y me tengo que acordar de que el mundo no es comestible, más bien el mundo nos come a nosotros (si es que nos dejamos, claro).

Y así, ni somos nada ni las paredes se quedan con la pintura aromática, a lo que se nos condenó por haber sido malos.

Si no se me rompe nada, mañana más (suponiendo que haya bote y que haya mierda).

domingo, 21 de noviembre de 2010

Entrada número cien.


¿Por qué cien?
¿Por qué diez?
Un día alguien me dijo que el sistema decimal está basado en los diez dedos de las manos, para poder contar, para tener esa referencia natural. Me parece sensato.

He estado haciendo repaso de este diario:

- Nació el 8 de enero del año 2010.
Sin un propósito claro, salvo la de dar continuidad al hábito de escribir.
Por entonces yo ya estaba muy enferma, aunque aún no lo sabía.

- Siguió, con una regularidad oscilante, hasta el 23 de mayo. Como dato significativo: en el mes de abril no hubo ninguna entrada.

- Se interrumpió hasta el 6 de agosto, fecha en que lo retomé, una vez operada y en pleno proceso de re-establecimiento.

Por entonces, estaba recién ingresada en un centro de rehabilitación de enfermedades neurológicas de Madrid.

Este blog, así como la labor de clasificación y maquetación de mis escritos 2005-2010, ha contribuido sin duda a mi espectacular mejora.

El blog anterior surgió con objetivos muy diferentes y llegó un momento en que supe que debía cerrarlo (algo así como se retiran las estrellas en pleno apogeo; salvando las distancias, claro). En el camino sucedieron cosas preciosas. Está ahora en fase de traslado al papel, previa selección.

Este blog sin embargo, tomó un cariz bien distinto a partir del 6 de agosto y hoy pienso que, debidamente elaborado, puede servir de testimonio en primera persona para editar el proceso que he vivido.

He superado una craneotomía para la extirpación de un tumor cerebral. Dicho así, suena a película de terror. Lo cierto es que para mí ha sido una experiencia tremendamente positiva, de la que he aprendido mucho y que ahora, en fase ya de casi normalidad, me tomo como unas vacaciones.
Ahora y no entonces, soy consciente de que he estado a punto de morir. En la operación por lo delicada, o como resultado de un proceso natural que hubiera sido muy doloroso.

No tengo palabras para expresar tantas emociones: impotencia, rabia... pero sobre todo agradecimiento. Agradecimiento a la vida, por haberme dado esta oportunidad; y a mi hermano, que un día me cogió casi por los pelos y me trajo a Madrid.

FOTO: Adu vista por su hermano Jesús (mi "cuñadito") el 17 de agosto. La cuelgo porque no se me reconoce, da una grima horrorosa, pero es auténtica.

sábado, 20 de noviembre de 2010

La magia de lo sin hilos.

FOTO: El cielo de Ithaca, por Adu. Abril de 2009.
Llevo una semana de acoplamiento. Por fin tengo un pincho (la naranja mecánica lo llamo yo) que funciona cuando quiero sí y cuando me da la gana no. Esta mañana sin ir más lejos tenía la entrada preparada, larguísima, que me había quedado requetebien y... ¡zas! se ha ido de paseo y no ha vuelto.

Hablando de paseo, me paseo a diario. Noto que he ganado mucho en estabilidad y en velocidad. Aquí no puedo medirla pero se nota.
Estoy contenta.
Siento que Madrid, con todos sus inconvenientes, que son muchos y nada desdeñables, "me pertenece" en cierto modo.
Me voy imponiendo metas a muy corto plazo. Las de este mes son:

- Decidir el futuro de mi perrito Pepo (se quedó en la residencia canina de Zamora para un fin de semana en junio y ... hasta ahora).
- Montar en autobús.

Estoy en ello (no en el autobús, pero lo estaré antes del 30). Me refiero a Pepo.
Cuando logre independizarme (ya va quedando menos) quiero una gatita a la que llamaré Adu.
Mañana más.

domingo, 14 de noviembre de 2010

La fábrica de burbujas.

Un día (hace un mes aproximadamente) sentía mi cuerpo cargado, enormemente cargado. No me resulta fácil de describir pero lo más aproximado es como si tuviera una sobrecarga de energía que no me daba fuerzas; por el contrario, solo me aportaba una sensación desagradable.
Recordé mis tiempos, no tan lejanos, en que paseaba descalza por la playa (”mi playa”: a Praia da Barra, Aveiro, Portugal). Con una cierta asiduidad, cada dos o tres meses, descargaba de esta forma toda la electricidad estática acumulada. Recuerdo también haberlo comentado con mi fisioterapeuta y cómo ella interpretaba este acto –andar descalzo- de una forma para mí asombrosa. Ella me descubrió una razón científica para ese bienestar que produce el pasear descalzo por la playa: al ser el agua un elemento conductor, transmitimos a la tierra nuestros electrones. Loreto incluso soñaba con patentar una placa con pica para descargar nuestro cuerpo, lo que no deja de ser una idea original y práctica. Loreto me enseñó muchas cosas, a conocer mi espalda, comprenderla y ayudarla para que no se me quejara, entre otras cosas; es una excelente vocacional y no pretendo en absoluto hacer propaganda ni elogiar gratuitamente a nadie.
A lo que iba, que me disperso.
Recordando estas conversaciones con Loreto, caí en la cuenta de que para no resbalarme, llevaba meses sin tocar el suelo, usando zapatillas hasta para ducharme. Poco a poco, a medida que iba ganado estabilidad, fui prescindiendo de zapatillas y sandalias de baño para todo. Pero en ese momento al que me refiero llevaba acumulando electrones durante meses. Como una posesa o un animal hambriento, busqué tierra húmeda hasta que encontré algo similar. Iba tocando farolas (que sé llevan cada una su pica de puesta a tierra), los alcorques de los árboles, radiadores, lo que fuera… Hasta una maceta de mi azalea recién RIP me sirvió. Sumergí mis dos manos en la maceta de tierra aún húmeda y notaba un efecto como si salieran burbujas de mis dedos, exactamente como pastilla efervescente dentro del agua. Me dejó muy impactada. Aún ahora, me pregunto si sería una pequeña alucinación pero no, no lo creo. Me quedé más sosegada.
Ahora añoro un paseo por la playa, que haré en cuanto me sienta con fuerzas para ir hasta una playa.

El cuerpo humano es un almacén de energía, no cabe duda, sean electrones, ondas o lo que sea. El cuerpo es también materia, ¿sobre todo materia?, pero también otras cosas invisibles con nuestro ojo.
Sí, ya sé que no he descubierto nada nuevo, pero necesitaba escribirlo. Dejo para otro día mis reflexiones sobre ondas, alma, mortalidad, Dios, los dioses, la unidad del espíritu y la comunión de los santos.

Según he escrito estas líneas he recordado, o he deducido, la razón por la que las prendas de hilo, algodón o lana son más sanas. Son transmisoras, mientras que las acrílicas acumulan electricidad estática (¿quién no ha sentido un chispazo alguna vez al abrir la puerta de un coche?)
Seguro que los chinos acaban inventando acrílicos-pica.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

El fantasma (Torcuato IV).

Torcuato era un poco-bastante “fantasma”, no sé si de nacimiento o adquirido como resultado de su experiencia en los Servicios de Inteligencia. Una vez, haciendo de “manitas” en casa de mi amiga Pili, colocando una puerta o algo así, le dijo a Pili:

- Pues yo creo que con un poco de suerte, voy a “retirar” a Adu.
- ¿Y eso? – se asombró ella.
- Porque Julio ha encontrado un cuadro que creemos que es de Goya y, si se confirma, nos hacemos de oro, ahora mismo el cuadro está con un experto tasador de arte…
A menudo hemos recordado este suceso Pili y yo. Las risas que nos echamos a costa de este incidente fueron infinitas.
Varios años después, salió una noticia en el telediario sobre el hallazgo de un pequeño “Goya”; para entonces yo ya estaba muy retirada de Torcuato.

Julio era otro de los “amigos” de Torcuato. Regentaba un pequeño negocio anticuario por la zona de Arapiles bastante destartalado, como casi todos los anticuarios, con la peculiaridad de que el local era enorme y la mayoría de las piezas de un hortera subido. De entre ese batiburrillo, rescaté un cuadro que me regaló Julio, ahora no recuerdo su autor ni si era conocido o no, un grabado con un tren echando humo, bastante bonito. Julio, al menos, era educado y amable.

Torcuato tenía una familia casi tan singular como él mismo. La madre ya no vivía, tenía dos hermanas y otro hermano y un padre muy parecido físicamente a él que a mí me recordaba a los personajes castizos de zarzuela, su nombre era también Torcuato. Su hermano Óscar era físico o ingeniero, casado “contra” una mujer del Opus, quienes ejercían de ángeles tutelares de Torcuato. Una vez, con bombo y platillo, nos “invitaron” a su piscina, pero esta fue la versión Torcuato porque cuando llegamos allí, bañador en mano, pasaron sus hijos (Isabel y Torcuatín) y a nosotros nos invitaron amablemente a marcharnos. Fue uno de los momentos más abochornantes de mi vida, pero ya me iba acostumbrando a este tipo de jugarretas. Me sentía humillada, más por Torcuato que por mí misma.

- No te preocupes – me decía Torcuato (yo no estaba en absoluto preocupada, más bien humillada) – ya me ha dicho Óscar varias veces que cualquier día nos invita a su piscina a ti y a mí.

Lo cierto es que cada vez que Torcuato estaba en algún apuro económico, allí estaba Óscar encargándole trabajos, mayormente los que requerían habilidades manuales y fuerza física. Yo jamás supe de sus pormenores económicos, quería ser discreta, no preguntaba, pero percibía.

Su hermana Rosa vivía en un “acosadito” por una ciudad dormitorio de Madrid, no recuerdo exactamente cuál. Era guapa y simpática y parecía ser la más normal de toda la tropa. Una tarde, en el saloncito de su “chalecito”, para agradar, empezó a enseñarme cosas: las fotos de los niños cuando eran pequeños, los videos del ballet de las niñas, y un sinfín de cosas de esas normales que hace la gente normal… ¡ah! pero yo no soy normal y me iba aburriendo como una ostra. El colmo fue cuando cogió la típica carterita llena de mandos a distancia y me iba diciendo:

- Éste, el mando de la tele, y éste el del vídeo, y mira este otro; este otro no tiene pila… etc etc etc…

En ese momento me dije a mí misma:

- ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?

Por educación aguanté el tipo, pero supe que ya, definitivamente, yo no tenía nada que ver con todo aquello. Quedaba poco para la escena de la mentira, la recogida de mis cosas y el adiós.

Visto con la distancia del tiempo, pienso que hubiera soportado todo esto por amor, luego no debía ser amor lo que yo sentía.

Incontinencia urinaria.

De lo que no se habla es como si no existiera”. La frase original no sé de quién es, yo la recibí de las letras de Lucía Etxeberría.

No entiendo bien la razón del tabú sobre temas tan naturales como el pis y la caca. En estos nuestros tiempos, afortunadamente ya no es tabú el sexo, incluso se exagera su importancia. Sin embargo las aguas mayores y menores prefieren evitarse.
Yo empecé teniendo problemas no porque “se me saliera” el pis, sino porque sentía ganas y no me salía. Algo parecido a como si quisiera mover las orejas: simplemente no se puede. Cuando empecé a comentarlo con mi médico de cabecera, y con la Dra. Freud” (así apodé a mi psicoterapeuta), lo achacaban a males normales: la menopausia o tal vez cistitis. Yo lo comentaba con mis amigas, en edad de pre-menopausia también, pero ninguna padecía este tipo de problema. Estaba cada vez más extrañada y preocupada porque, a la par del descontrol sobre las ganas, empezó a descontrolarse cada vez más la salida involuntaria de la orina. Acabé poniéndome “dodotis”. Lo curioso es que cada vez me daba menos vergüenza y me dejaba algo perpleja la vergüenza de los demás si se me salía en algún momento en el que no iba “protegida”. Alguien, mi hermano creo, definió mi estado como “el de un niño”: era consciente pero no tenía ningún pudor.
Recuerdo especialmente molesto para mí, un viaje desde Toro a Madrid en el autobús, en el que desde prácticamente la salida yo sentía necesidad y aún no llevaba como complemento cotidiano los pañales. El trayecto no preveía parada intermedia y tardaba cerca de tres horas. En ese viaje martilleé a mi hermano con insistentes y absurdos mensajes de móvil solo para tener la cabeza distraída. Conseguí llegar a Madrid sin mojar nada. Pero lo grave, lo realmente turbador (para mí), fue que nada más entrar en los aseos de la estación, estuve más de media hora sentada en la taza sin lograr que saliera ni una gotita. Luego el pis salía en el momento que él quería: no me daba tiempo a llegar al inodoro. Desde ese día comenzó la compra de los pañales que no me abandonaron hasta uno o dos días después de la operación. ¡Asombroso! A las cuarenta y ocho horas volvía a dominar mi esfínter. El neurocirujano nos había pronosticado un tiempo de recuperación de dos ó tres meses en este aspecto.
Tenía tanto miedo a ese descontrol que a veces me metía en el cuarto de baño y me sentaba en la taza del inodoro, esperando a que llegara el momento en el que el pis quisiera salir. Algunas veces el pis llegaba y otras no. Lógicamente las personas que me acompañaban se preocupaban y sentían bochorno de estos mis encierros. Mi sobrina llegó a cronometrarme una vez 47 minutos de encerrona. Mi familia pensaba que me estaba volviendo demente senil de forma prematura (aún no había cumplido los 53 años).
Mi otro esfínter, el de las aguas mayores, nunca lo perdí afortunadamente.

Lo que realmente me alertó, me hizo presa del pánico, fue el día en que el análisis bacteriológico de la orina arrojó un claro y contundente resultado negativo.

- ¿Entones es todo de aquí? – pregunté yo señalando con los dedos índice mis sienes.
- Todo es de ahí –sonrió contestando mi médico de cabecera (el "médico de familia" asignado, se llaman ahora)- pero eso ya se lo tendrán que mirar en Madrid.

Para ese momento, que debió ser a primeros o mediados de junio, yo ya estaba en la capital de hecho y de derecho, consultando psiquiatras que me diagnosticaban “depresión”. La “incontinencia urinaria” la achacaron siempre a las “pérdidas normales de la menopausia”.

Unos meses antes, en tiempos de la Dra. Freud, también había consultado con un psiquiatra de provincias que se limitó a recetarme 3 Tranxiliums al día, dosis habitual al parecer, para un simple estado leve de ansiedad.

No guardo rencor a nadie, soy comprensiva con los errores, pero si hay alguno de estos facultativos que aún me provoca especial rabia fue la “Dra. Freud” que acabó haciéndome perder casi por completo mi auto-estima. Cuando la llamé, una vez pasado el peligro y las angustias y ya en estado de re-establecimiento, se limitó a dar ligeras explicaciones. Ni una sola palabra de lamento o de reconocimiento de un error. Aunque, para ser justa, sí pareció alegrarse de mi magnífica recuperación, tal como expresó. Tendría alguien que ser muy ruin para no alegrarse, pienso yo.
Dra. Freud, hágase usted psicoanálisis, por favor. Y cuéntenos por qué la felicidad no depende de los motivos, si es que usted lo ha descubierto.

SEGUIRÁ…

domingo, 7 de noviembre de 2010

Batallitas y más batallitas.

Hoy me di un largo paseo de una hora. No puedo calcular la velocidad pero ya voy mucho más estable y rápida, aunque no aún a los 4 Km/h que me gustaría recuperar. Lo cierto es que se me hizo muy, muy corto, porque hace un otoño precioso y entre árboles y silencio llegué hasta el portal de la casa en la que viví hasta los veinte años.
Cuántos, cuántos recuerdos.
Primero, en el orden paseado, la zona de la Universidad, que me trajo a la memoria a JFJ, mi primer noviete medianamente serio. Éramos compañeros de carrera y contrincantes dialécticos, te quiero-te odio y así varios años. Celos mentales los suyos y los míos, de tipo más carnal. Discusiones bizantinas: el número “e” y la poesía de Rilke. JF era iracundo a veces, yo también; hoy yo ya he perdido esa energía. Corté con JF finalmente aquella relación bastante destructiva cuando “me ligué” al que luego fue mi marido y padre de mi hijo.
De aquellos años de amor-odio con JF nos quedó un poso de amistad profunda poco corriente que se mantiene viva; aunque haga tiempo que no nos veamos da igual, sabemos que estamos. Hubo una época, mucho después, en que JF me utilizaba de tapadera con su mujer, “La Loles” –así se hacía llamar-. Me llamaba por teléfono de repente y me decía: “Oye, Adu, que si te llama Loles estoy contigo, ¿vale?” Se ve que Loles se fíaba de mí, no sé por qué. JF me enseñó que una cosa es el amor y otra el sexo, diferenciación que él practicó siempre y que yo tardé mucho en aprender. Sea por cuestiones culturales o biológicas, pienso que es un poco –solo un poco- cierto eso de que

Las mujeres dan sexo para recibir amor y
los hombres dan amor para recibir sexo.


Cuestión que fue ampliamente debatida en una tarde de aquellos viernes de Gabinete Sentimental con Julia Otero, sobre los que algo he escrito ya.

Después, en mi largo paseo, reconocí el parque donde jugaba con el cubito y la pala, y tuve mis primeros amigos de la más tierna infancia, Belén y Tayo, dos hermanos de apellido Franco. Tayo (Santiago) y yo decíamos que erámos novios, no tendríamos más de seis o siete años. Con Belén coincidí en COU, mucho tiempo después y nos reconocimos, qué curioso.
“La Virgencita” que yo recordaba sigue allí, en pie, sobre un pedestal de piedra con la inscripción “Inmaculada Concepción de la Ciudad Universitaria” y una leyenda manuscrita. La figura, de un mármol blanco y talla aceptable, está algo deteriorada y el conjunto lo cubre una especie de dosel bastante hortera. Las velas de cera y flores de plástico y tela dan al conjunto un toque almodovariano total. El parque sigue conservando su aspecto silvestre, naturalista, con poca piedra y muchos árboles de gran porte, aunque la zona cercana a la “Virgencita” estaba llena de restos de botellón nocturno.

Finalmente acabé mi paseo, una hora después de haber salido, frente a mi hogar infantil: la calle Isaac Peral 44, piso sexto. El puesto de helados de “Harry” no existe hoy, ni el kiosco de “El abuelo”. La verja de negro hierro del portal cerrada, normal. El Bar Santillana, justo al lado, donde asaban unos besugos con ajito buenísimos es ahora una cafetería con otro nombre. El garaje donde mi padre guardaba el coche en posición privilegiada (para no tener que salir maniobrando) es ahora un parking público. Reconocí los balcones donde nos asomábamos, me recordaron los geranios que mi yayo podaba cuando venía y que mi madre y Manoli cuidaban con mimo, los periquitos Arturo y Laura que mi hermano amaestraba y un día volaron o “los voló” mi madre… Hay que llamar al ascensor, alguien se dejó abierta la puerta, y la portera Carmen gritando desde abajo:

- ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Ascensooooooooooooooor!!!!!!!!!!!!!!!!!!
- Ya vooooooooooooy… - calló el aludido.

Era un ascensor muy bonito, de esos que luego prohibieron, indultando unos pocos en Madrid, de madera con espejo y el hueco protegido tan solo por una barandilla. Decían que la gente se suicidaba tirándose por ese hueco; de hecho en casa de mis yayos se tiró un hombre. Bueno, ya no existen esos ascensores, se sigue suicidando la gente. En fin.

Y así millones de historias que, me doy cuenta, no son importantes, solo es importante nuestra infancia, sea cual fuere, porque es la época más tierna de la vida y nunca se olvida uno de ella.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Tai-chi y el corazón.

Hay que reconocer que las técnicas orientales de mantenimiento físico son mucho más poéticas que las occidentales. Típico ejemplo de clase de gimnasia en nuestras latitudes:

- Uno arriba, dos abajo, y uno dos, uno tres…
- Inspiramos subiendo los brazos, expiramos… Otra vez arriba uno y abajo, dos…

El pasado 4 de noviembre asistí por primera vez a la sesión de Tai-Chi que imparten en el “pack todo completo” de mi nueva residencia. Tenía mucha curiosidad, sobre todo desde que mi amigo Jack me contó que consistía en algo así como una lucha a cámara lenta. Y lo recuerdo haciéndome algunos movimientos en aquel Bed and Breakfast de Roma. Lo que me encontré el jueves sin embargo, me recordaba más al Yoga. Se trata de una gimnasia muy suave, en la que se estiran y auto-masajean todos los músculos del cuerpo y también las vísceras internas. No digo que no sea así en alguna clase al uso de mantenimiento en gimnasio, pero sí que es, sin duda, de ritmo mucho más relajado y más estético.

- Cojemos las estrellas y las ponemos en el firmamento... Volvemos a cogerlas y las volvemos a colocar en el cielo…
- Movemos los brazos y las piernas como si fueran ramas de los olmos al compás de la brisa…

Personalmente, y aún a sabiendas de mi escepticismo habitual, me siento mucho más a gusto en el Yoga o Tai-Chi (del Tai-Chi en lo poco que sé). Porque no sólo son ritmos más cadenciosos y líricos, sino que parten de una premisa común y es que uno debe esforzarse pero no forzarse. Fuera todo espíritu competitivo, se busca la mejora de la salud física y mental, en completa conjunción ya que cuerpo y mente, mente y cuerpo, son interdependientes y quizá la misma cosa.

Recuerdo cuando hace muchos, muchos años, se abrió toda una polémica sobre los trasplantes de corazón. Los sectores más reacios argumentaban que era el órgano responsable de los afectos, de los sentimientos, del amor. Temían que al cambiar de corazón se marcharan con la víscera extraída también el mundo sentimental del enfermo. O que asumiera el del corazón trasplantado. Hoy nos suena a chiste. Se sabe que todo está en el cerebro. ¿Todo? Bueno, se sabe al menos, que en el corazón no están los sentimientos sino en una parte de la masa encefálica. La cabeza tiene parcelas, como si fuera una urbanización con solares que van transformándose a lo largo del tiempo. Unos solares rigen el movimiento corporal, otros el lenguaje, otros el razonamiento, otros el aprendizaje, otros el comportamiento. Madre mía, vaya lío. Seguro que llegará el día en que insertándonos un micro-chip en el cerebro sabremos hablar Checo, por ejemplo. O mejor dicho: sabrán, porque eso no creo que lo veamos en esta generación.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

El efecto 2000. Torcuato (III).

Otra de las peculiaridades de mi noviete Torcuato era su gran auto-confianza. Por aquella época ejercía de asesor fiscal.
De los dos-tres años que duró nuestra relación, yo estuve uno en Canarias por motivos de trabajo. Como se trataba de un trabajo bien remunerado y cómodo, me permitía el lujo de venir una vez al mes a Madrid. Mi hijo era adolescente entonces y vivía conmigo, fue justo el curso 1999-2000, lo recuerdo bien porque el pánico se había apoderado de todos los canarios, los peninsulares –como ellos nos llaman-, los americanos y hasta los chinos –supongo- por el simple hecho de que se desconocía qué iba a pasar con los datos almacenados en los ordenadores al pasar de los dígitos 99 al 00. Finalmente, no pasó nada, como es de cajón.
Volviendo a Torcuato, fue a verme varias veces, al menos dos, una con cada uno de sus hijos. Como entre ellos se llevaban muy bien, y entre nosotros también, lo pasamos estupendo. Creo que ya he escrito que Torcuato tenía un don especial para los chavales y sabía manejar muy bien a mi niño en plena efervescencia adolescente.
Torcuato insistía mucho en que me tenía que presentar a unos “amigos” que tenían un bar y vivían en algún rincón perdido de la isla; para conocerles, para que se hicieran también mis amigos, para tener algún apoyo. Yo, que para entonces ya le iba conociendo, lo dejaba pasar. Por fin un día nos decidimos y enfilamos hasta el rincón perdido entre carreteras polvorientas, pérdidas, desiertos y cáctus. Cuando por fin llegamos, nos atendió la esposa, con visible cara de desagrado y muy forzada. Por simple educación nos ofreció unas cervezas. El marido creo que ni salió a recibirnos. Torcuato les soltó un discurso tal que:

Sí mujer, soy Torcuato, el que les lleva la contabilidad a Juanito, del bar Juan, en Madrid, ¿no os acordáis que estuvimos aquella vez cenando? Y luego, jaa aja ja, Juanito mira qué era, ahora el negocio lo lleva Juanito II, su hijo… bla bla bla…

En la cara de la mujer crecía el disgusto a la par que el asombro, como pensando vaya un descarado, o vaya un pirao…

Juanito, “su amigo del alma” según versión Torcuato, acababa de fallecer cuando yo entré en su vida. Llegué a conocer a Juanito II que era un tipo raro, como lo era ese bar Juan por la zona de Embajadores, que vaya usted a saber qué negocios se trajinaban allí. La madre de Juanito II, viuda de Juanito, no parecía tener en mucha estima a Torcuato, amigo íntimo de su marido, pero él fingía no darse cuenta.

Al poco tiempo, Juanito II le dijo amablemente que prescindían de sus servicios. Torcuato se quedó muy decepcionado.

Por supuesto que yo no volví a aquel bar del rincón perdido de la isla ni supe más de ellos.

martes, 2 de noviembre de 2010

Evolución motora.

29-30 de julio de 2010

Primer día en el gimnasio del centro.
A las 12.30 horas gimnasia general de mantenimiento de un nivel muy leve, la mitad del tiempo sentados, subir y bajar los brazos, movimientos de cabeza, subir y bajar las piernas, giros de tobillo y muñecas, todo suave pero es más que nada.

Después una rato personalizado. Aguanto 2 minutos a 0,8 km/h en la cinta.

Mi velocidad a paso normal antes de todo esto, calculada sobre tiempo empleado en recorrer una determinada distancia, era de 4 Km/h.

Sandra dice que no me preocupe, que todos empiezan así y luego van subiendo la velocidad y el tiempo poco a poco.
Sandra es la fisioterapeuta que me han asignado, una chica muy joven con la que en seguida he congeniado (en esos dos minutos casi casi nos hemos contado nuestras vidas). Ella también escribe y también lleva un blog al cual, por cierto, no he logrado acceder.


29 SPTBE 2010

A finales de octubre me darán el informe por escrito de mi evolución neuro-psicológica. Ayer lo hablé con el neuro-psicólogo y de forma verbal me dijo que evoluciono muy bien (esto es el resumen, para curiosos lo tengo en apuntes). Tenemos que seguir trabajando memoria y no recuerdo qué más, él dice que se hace siempre (lo de trabajar memoria).

Respecto a las carreras voy más lenta, he logrado alcanzar 1,8 Km/h de velocidad punta y 20 minutos de duración en cinta empezando siempre flojito (a 0,8). No me pongo metas, poquito a poco cada día. Ya me han advertido que el proceso es muuuuuuuuuuyyyyyyyyy leeeeeeeeentooooooooooooooo.


2 NOVBE 2010

Cuando dejé el centro, hace menos de una semana, había logrado la velocidad punta de 2,2 Km/h y un tiempo máximo sin descanso de unos 25 minutos, de ellos unos 20 en la velocidad punta (se debe ir gradualmente). Ahora miro hacia atrás y me parece asombroso. Dudo si alquilar cinta andadora o comprar, se venden muchas de segunda mano, pero no he llegado a ver ninguna. Casi todas son de correr (hasta 16, 18 e incluso 20 Km/h desde la posición inicial de 0,8 Km/h)). No aspiro a tanto, no pienso competir, jamás lo he hecho ni lo haré (“No digas de esta agua no beberé”… mmmm…)
Me bastaría con recuperar una velocidad suficiente para que la persona que me acompaña no se tenga que estar parando a esperarme. Claro que eso depende también de la velocidad de la otra persona. Me da la sensación de que en Madrid todo el mundo va corriendo, hasta cuando no tiene prisa. O es que siempre tienen prisa (¿?). Menos mi hermana, que ni anda, ni corre, ni tiene prisa nunca, y pese a todo es lo más cercano a la perfección que conozco. Mi hermanita Margarita.
Finalmente he decidido de momento ni alquilar ni comprar cinta. Mientras siga haciendo este otoño, caminaré por el exterior que es una maravilla y, si el día es malo, practicaré subiendo y bajando las escaleras o pasilleando.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Calle Límite.

Hoy recorrí el barrio donde se ubica mi nuevo “cole”. Casualmente está muy cerca del barrio en el que me crié. Al decir muy cerca, me refiero a la escala madrileña. Esta mañana de domingo otoñal me fui dando un paseo, a pasito de tortuga (la velocidad máxima que he llegado a alcanzar, por ahora, es de 2,2 Km/h). Y pasito a paso, he llegado hasta el que fue mi primer colegio, desde los cuatro hasta los ocho años. Lo que hoy es la Facultad de Humanidades del CEU, fue hace cuarenta años un colegio pequeño, muy innovador e increíble que existiera en aquella época ñona y rancia. Era, es, una gran chalet, seguramente hoy declarado Bien de Interés Cultural o similar. A lo que iba: el chalet lo habitaba una rica heredera que, a su vez, lo alquilaba a unas monjas jesuitas, llenas de energía e ilusión, involucradas en un proyecto educativo que daba mucha importancia a los idiomas, las Artes y las Humanidades. Como ejemplo, teníamos clases de Música y Canto, Inglés y Francés (impartidos por nativas), Gimnasia Rítmica; todo esto desde parvulitos (cuatro años) y con carácter NO optativo.

Aprendimos a sumar con unas regletas de madera de colores. El “uno” era un cubito blanco de un centímetro de lado; el dos, un paralelepípedo de dos centímetros y así sucesivamente, de forma que las piezas iban encajando: si ponías la regleta del cuatro (rosa) y a continuación la del cinco (amarillo), tenían una longitud igual a la del nueve (azul). Era como un juego, con el que no nos costó nada aprender estas sencillas operaciones aritméticas, y ya desde el primer año. Es decir, con cuatro añitos ya sabíamos sumar y restar del uno al diez, cantar My bonny is over the ocean y Frere Jaques con un acento casi perfecto, todo lo cual en aquella época (y en la de hoy me temo que también) era realmente asombroso.

Me he puesto nostálgica recordando mi primer año de cole, agarradita a las faldas del hábito de la Madre XXX (no recuerdo su nombre), creo que hoy sabría llegar hasta mi "clase" (así se llamaban entonces la aulas) si entrara a su interior.
Nos sentábamos, en los dos primeros años, alrededor de unas mesas circulares donde cabíamos seis o siete niñas. Después, nos pasaban a espacios amueblados más “al uso” con pupitres de bandeja inferior para guardar los libros y cuadernos. NO nos llevábamos deberes a casa, no hacía falta. En su línea de originalidad, las notas o informes escolares eran también de colores y con forma de triangulito, y eso lo recuerdo con precisión fotográfica:

- Amarillo = sobresaliente (9-10)
- Azul = Notable (7-8)
- Rojo = aprobado (5-6)
- ¿Transparente? = Suspenso (creo que o no existía el suspenso, o yo no saqué ninguno).

Ponían nota también en “Orden y aseo”, “Compañerismo”, “Disciplina”, "Respeto a sus superiores" y cuestiones así de etéreas pero que hoy, visto con ojos de adulta, creo que son tan importantes o más que aprender a sumar.
También hacían gráficas (a mano y con lápices de colores) de la media y de tu nota. Mi padre miraba si su niña iba por encima o por debajo de la media, era lo que más le importaba. Qué gracia me hace ahora y cómo ilustra todo esto la formación que he recibido.

En mi casa, yo ponía también notas a mi familia y como era la benjamina, les hacía mucha gracia. A mi padre siempre le ponía un amarillo en “Comer”, a mi abuela un rojo en la misma asignatura; a la tata un rojo en “Orden y Aseo”, mientras que a mi madre un amarillo. Mis hermanos tenían notas más variables. Yo todo esto me lo tomaba muy en serio, no entiendo muy bien la razón.

My bonny is over the Ocean
my bonny is over the sea,
my bonny is over the Ocean,
oh bring back my bonny to me, to me...

Bring back, oh bring back,
oh bring back my bonny to me, to me...


El colegio estaba en la Calle Límite, desaparecido el nombre hoy, que no su trazado.

sábado, 30 de octubre de 2010

Mujeres al borde de un ataque de nervios.

A las diez y media de la noche de ayer, 30 de octubre de 2010, pusieron en TVE-1 la película de Almodóvar con este titulo.
En la noche del 30 al 31 de octubre se retrasó una hora el reloj, con lo cual, teóricamente, tenemos una hora más para dormir. Solo esto daría para un chorro de tinta, pero no es de esto de lo que hoy quería escribir, sino de "Mujeres..."
Lo haré más adelante.
Por ahora solo anotar que despues de tres meses en este centro de rehabilitación, me voy provisionalmente a un apartamento dentro de una residencia por la Ciudad Universitaria. No me siento aún fuerte para vivir sola y mi madre está peor que yo, con lo cual ha sido la mejor solución que se me ha ocurrido. En mi vida todo es siempre provisional. En realidad nuestra propia vida es provisional, no sé por qué necesitamos tener todo siempre "atado y bien atado". No sé por qué no se habla de la muerte con mayor naturalidad, si es algo que sabemos que pasará.
Bien, tal vez esa costumbre que he adquirido de la constante provisionalidad es lo que me hace afrontar las dificultades. Tampoco lo sé, solo sé que no sé nada, que ya es saber algo, creo yo. Desde luego ya sé mucho más que muchos de los psico-psiq-sics a los que he visitado durante tantos años, sin que ninguno supiera muy bien cómo encauzarme.
De modo que hoy, de mudancita, y lo pongo en diminutivo porque lo que tengo aquí, en el centro, es poca cosa que cabe en un par de maletas.
Seguiré con Almodóvar y sus mujeres en otro momento.

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Tengo mono de cine, pero lo que se dice ansia. Hace más de cuatro meses que no voy a una sala comercial. Me dicen que alquile pelis o “me las baje” de Internet pero no, es que no es lo mismo, no tiene nada que ver. En la sala grande y oscura, me hundo en la butaca, me sumerjo en la película y me olvido de todo. Zen puro, concentración absoluta.
La otra noche me quedé a ver “Mujeres al borde de un ataque de nervios” (1987) en la tele, para lo cual tuve que hacer estrategias y cambios en mi bio-ritmo natural, que es de acostarse muy pronto (diez u once de la noche) y levantarme también muy pronto (cinco, seis, siete de la mañana). Siempre ha sido así, ahora más aún.
Guardaba muy buen recuerdo de esa película, la que lanzó a Pedrito a la fama, aunque algunos ya le habíamos descubierto mucho antes con “Atame” y alguna otra cuyos nombres no retengo. Mi recuerdo de la película era de carcajada continua. Esta vez no me reí, no había sorpresa, ya que recordaba la trama. Pero lo que me dejó absolutamente admirada es el ingenio, la sensibilidad, el buen gusto, todo, de este Almodóvar que sin lugar a dudas, es un genio en lo suyo.
Lo primero que me llamó la atención es que en esa época no existía la telefonía móvil, claro, ya se nos olvida que hubo otra vida antes de.
La trama comienza con una mujer angustiada que no para de dejar recados por teléfono y de recibirlos en un contestador automático que asombra por su gran volumen. Entonces era una novedad lo del contestador, lo recuerdo bien, y eran como ladrillos. Esta vez, yo sabía lo que le angustiaba a Carmen Maura porque me acordaba. Una Carmen jovencísima y tipazo, por dios, en qué nos vamos convirtiendo. No digamos Antonio Banderas, con pinta de niño inocente y empollón.
Pedro lanza profesionalmente a quien pasa por su cámara, a la Maura creo que fue en su primera película “Pepi, Luci Boom y otras chicas del montón” y al yerno de la protagonista de “Los pájaros” de Hitchoc en “Atame”, “La ley del deseo” o tal vez otra; me estoy refiriendo a Antonio Banderas. Ya solo por eso me cae simpático Almodóvar, pero además tengo muchas más razones para admirarlo.
El guión de “Mujeres…” es perfecto. Una comedia de intriga, amor y humor, donde cuadra hasta la cuadratura del círculo. Desfilan por ella personajes de epopeya, tanto los principales como los secundarios. El taxista kistch, Rossi de Palma son flashes geniales. Por cierto, esta mujer picassiana también debe su estrellato a Pedro y en concreto por esta película, me parece recordar. Hay que tener mucho talento y valentía para hacer de esa mujer una actriz respetada y admirada, quien a mí personalmente me parece horrorosa de fea –aunque me recuerda mucho a las modelos de la época cubista de mi querido Pablo (Picasso)- y actriz normalita.
Color –los básicos: rojo, siempre rojo con Pedro, amarillo-, la arquitectura interior, la ciudad señorial, todos estos elementos que acompañan a sus películas, acompañan también a este singular guión y magnífica dirección. Mal dirigida hubiera sido un bodrio intragable.
Gracias, Pedro, por deleitarnos con tu Arte. Aunque sea el séptimo, no es por su importancia, sino por su orden cronológico. Para mí el buen cine es, ya lo he escrito, Zen puro, concentración absoluta.

(Por si cupiera alguna duda, no conozco personalmente a Pedro Almodóvar, aunque me encantaría).

viernes, 29 de octubre de 2010

¿¡ Estoy en primera página ?!

Ayer me lo explicó muy bien el neuropsicólogo, Andrés Navarro Romance (lo escribo para que no se me olvide). Me aclaró las dudas sobre mis "fotos" (radiografías, TAC´s y demás pruebas) así como aspectos sobre esta dolencia muy interesantes.
Al teclear MENINGIOMA FRONTAL PARASAGITAL en el más conocido buscador de Internet, apareció este blog... ¡en la primera página! Se ve mi cabeza recién operada.
Según voy avanzando en el conocimiento, más ignoro, debo estar en el buen camino. El cuerpo es un misterio, la vida más aún.

Los síntomas que provoca este inusual quiste (estadísticas de seis por cada cien mil individuos) estaban tan claros en mí en la última fase que debo ser un caso "de libro". Síntomas y/o efectos, a saber:

- Falta de concentración.
- Trastornos en el comportamiento.
- Altibajos emocionales (tendencia a la depresión).
- Disminución de la creatividad.
- Incontinencia urinaria.

A grandes rasgos y para profanos:

La enfermedad consiste en una especie de grano que sale en la membrana que recubre el cerebro. Esa membrana, llamada meninge, recoge y acoje la masa cerebral antes de cubrirse del cráneo, parte ósea que proteje la cabeza. Por tanto, el tumor, me gusta más llamarlo quiste (le quita dramatismo), no es un huevo revuelto dentro de la masa cerebral como yo había imaginado, sino una protuberancia de la meninge que crece con mucha lentitud. Como el hueso craneal impide al quiste crecer hacia fuera, lo hace hacia dentro, comprimiendo los sesos (= masa cerebral) y a medida que estos van comprimiéndose los efectos van aumentando.
De crecimiento muy lento, si no dan señales alarmantes como parálisis, este tipo de quistes solo se detectan con pruebas invasivas (radiografías, resonacias magnéticas, ecografías, y últimamente también, por introducción en vena de una cámara). Esto explicaría la razón por la que se tarda tanto en diagnosticar. La Medicina en los últimos años evita prescribir alegremete pruebas dolorosas y/o no inofensivas.

MENINGIOMA
El meningioma es, por definición, un tumor benigno, un quiste, una bolsita rellena de líquido acuoso y-o grasa. Somos agua en un ochenta por ciento, no hay aire en nuestro interior, todas nuestras vísceras y huesos se acoplan en un mundo sumergido dentro de nuestra piel.

FRONTAL
Localización en la frente, en el centro del cerebro, por lo que se ven afectadas las áreas descritas pero no el aparato locomotor ni el lenguaje.

PARASAGITAL
Estoy en ello.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Paloma

Paloma fue una residente temporal que vino a re-establecerse de una operación de rodilla. Estuvo un mes, más o menos. Era una mujer de porte distinguido y muy educada, de familia bien, como se decía antes. Una mañana de domingo, en el desayuno, se le saltaron las lágrimas. Es viuda y hace ya trece años que perdió a su marido.

-Es que no lo puedo superar, no. Estaba tan enamorada, fue todo tan repentino...

Y me vi haciendo de psicoterapeuta, que después de tantos años y tanto profesional por los que he pasado soy ya Doctora Honoris Causa. Como todos, Paloma lo único que necesitaba era que la escucharan y la comprendieran. Me lo agradeció mucho. No hice demasiado, sólo acompañarla unos minutos, y decirla que "se alegrara de haber tenido a su lado durante años a un hombre que la amaba tanto". A su marcha, le regalé una revista de Psicología por algún artículo en concreto que ahora no recuerdo y una libreta dedicada con unas frases que decían algo así:

Eres alta y delgada,
como tu madre, morena, saladá,
como tu madre...





Paloma es alta y delgada. Tiene cinco hijos como cinco soles a los que adora. Tuvo también un marido al que amó y al que cuando ahora recuerda, las lágrimas asoman por sus ojos.
Paloma aún no sabe que la felicidad está dentro de uno. Algún día, desplegará sus alas, levantará el vuelo y saboreará su libertad. Nunca es tarde: mañana, en unos minutos, días, meses o años, qué mas da, si el tiempo es relativo, ya lo demostró Einstein, qué mas da.


Le dibujé en la portada una burda copia de la paloma de la paz de Picasso (ya decía yo que me sonaba, me dijo). Al despedirnos, me deseó mucha suerte y me dijo que yo le recordaba a la Tatcher, por lo de dama de hierro. Yo también me emocioné un poco y le respondí:

- Gracias, la necesito.

Todo esto fue antes de la revisión con neuro-cirujano.

Unos días después me llamó e insinuó venir por aquí a vernos. Yo le aconsejé honestamente que no lo hicera. "Mal rollo, cada día despiden a alguien, no es lo mejor para elevar el ánimo y el ambiente ya sabes cual es".
No la he vuelto a ver. No es necesario. La buena amistad y el buen recuerdo saben guardar silencio.

http://www.taringa.net/posts/info/1502711/Origen-del-simbolo-de-la-paz.html

martes, 26 de octubre de 2010

La felicidad está dentro de uno.

Próximo ya mi traslado a otra residencia, la experiencia vivida de tres meses en este centro, me hace re-afirmarme en que la felicidad no depende de los motivos.
Hay quien lleva su desgracia con una sonrisa puesta al compás de su silla de ruedas y los hay que, amargados por su situación, lanzan su mal humor con quien pillen a tiro. Hay quien se abandona y se dejaría arrastrar por la desidia hasta morir mientras que, en sus mismas circunstancias, otras personas se aferran a la vida y a las ilusiones con una fuerza admirable.

Margarita y Julia, dos viejecitas del gimnasio, muy menudas, Margarita de aspecto más informal, Julia vestida como para ir de boda. Son muy amigas hasta que se enfadan, y se comportan entonces como dos chiquillas. La una arrima la silla a la otra, con muy mal genio, la otra la descalifica en público. Son las que un día casi se pegan (ya lo conté).

Antonio, que siempre está de buen humor, solo sabe decir "pero bueeeeeeno", "ostras" (vaya cosas que te enseña la logopeda, le digo yo), y "muy bien, hombre". Mi compañera de mesa, Pilar, mujer de 81 años, simple ama de casa pero muy entrañable. Ambos van en silla de ruedas, Pilar por una especie de hemiplejia que dejó paralizado su costado izquierdo. Casi todas las tardes y todos los fines de semana se la llevan sus hijos. Antonio, como resultado del ictus que sufrió. Antonio toma el mismo anti-convulsivo que yo y le tuvieron que ingresar hace poco porque no se quiere tomar las pastillas. Su hermano se enfadó mucho y ahora la enfermera le espera hasta que se las traga. Antonio y Pilar son amigos, bromean y yo bromeo con los dos.

Maribel, la cubana, mi primera compañera de mesa. Insoportable la señora, siempre señalando con su dedo índice y cotorra sin parar. Aguanté estoicamente porque era afable, hasta que en dos días seguidos soltó tres veces "qué aburrimiento" y, a continuación:

- No somos buenas compañeras de mesa.

La castigaron cambiándola de mesa. "No voy a soportar impertinencias", le dije a la coordinadora. La sentaron con la más charlatana del comedor y así se convirtieron en contrincantes, compitiendo a ver quien hablaba más.

Todo el personal auxiliar, su paciencia y su dedicación, su buena cara por regla general. También su perceptible tensión (han echado a varios desde que estoy aquí).

En fin, lo dejo escrito para que no se me olvide.

Revolviendo en mi blog me encontré con este aforismo (¿mío?):

LA FELICIDAD ES UNA QUIMERA INALCANZABLE A LA QUE NO PODEMOS NI DEBEMOS RENUNCIAR.

lunes, 25 de octubre de 2010

CONTADOR




Contador gratis
+ 300

Don Pijote de la Mancha.

Contaba mi madre que, siendo yo muy niña, estaba una tarde absorta en la tele sentada encima de un cojín en el suelo. Me interrumpieron para algo y contesté enfadada:

- SSSSSShhhhhhhhh... ¡calla, que estoy viendo El Pijote!

Imagino que se trataba de la serie en blanco y negro que protagonizó Fernando Rey como Don Quijote.

Ya más mayorcita intenté varias veces leer la famosa y alabada novela de Cervantes, pero nada, que debo ser muy bruta. Al principio algo graciosa, pero cuando el igenioso hidalgo no para de caerse del caballo y su rechonchete escudero de rescatarlo de los líos en los que se mete, se me empezó a atragantar... En fin, que después de varios intentos, confieso algo avergonzada, que la novela me aburre.

Así como hay numerosos "Club de fans" de Don Quijote, estoy por fundar uno de anti-fans de dicho señor. Me temo que tendría muy poco éxito, no solo por la abrumadora mayoría de los que aman esa novela, sino por los otros tantos que o no la han leído o temen confesar que no les gusta.

Una de bomberos.

Se suceden en mi memoria sucesos vividos los últimos días antes del diagnóstico certero. Unos me provocan vergüenza, otros risa y otros, una mezcla de ambas. Como aquel de los bomberos.
Estaba yo sola en casa de mi madre y me dió por llamar al servicio de extinción de incendios. Conté muy seria que "la casa de mi vecino se estaba quemando". A los cinco minutos llamaron al teléfono desde donde había hecho la llamada solicitando una información más precisa. Debí contestar una tontería -otra- y subieron a mi casa dos hombretones vestidos de bomberos, muy amables como yo lo fui. Recuerdo, como una imagen fotográfica, mi dedo señalando desde la terraza el edificio que se veía en frente, uno en concreto, pues se ven varios.

- ¿Ven ustedes esa ventana blanca, junto a la torre de la chimenea?
- Sí, señora, pero ahí ya hemos estado y no hay ni fuego, ni vestigios.
- ¡Ah! Pues antes sí, antes salía una columna de humo gigantesca.

Yo sabía que era mentira pero algo en mi interior me impulsaba a hacer esa gamberrada sabiendo que lo era (una gamberrada).

Los bomberos se despidieron muy correctos y no he vuelto a saber nada. Un día de estos escribiré al Servicio Municipal pidiendo disculpas.

Según escribo estas líneas, recuerdo que algunos minutos después me llamó "el jefe" y me dijo que vaya una gracia, señora, a lo que contesté que a mí sí me hacía mucha gracia.

sábado, 23 de octubre de 2010

Agendas, algo de morriña y Adán.

Siempre he llevado agenda, desde que tengo uso de sinrazón, la adolescencia más o menos. Entonces, las cosas duraban toda la vida y solo había que arreglarlas o comprar recambios, pero eso era cuando aún no nos habían invadido los chinos ni la cultura del usar y tirar.
Las personas despistadas no somos nada sin agenda. Pero nada, apenas gas volátil.
Debe ser cosa genética porque recuerdo a mi padre con su luxindex a todas partes, a mi madre con notitas con "celo" o alfileres por todos los rincones de la casa, y a mis hermanos también con su sistema de llevar siempre consigo su maletita del debe y el haber en formatos diversos.
Tal vez lo genético sean las agendas y no el despiste.
El otro día me recomendaba una psicoterapeuta del centro llevar agenda. Vaya. Ha descubierto la pólvora esta mujer. Parece ser que hay gente que se resiste. Pues bueno, serán gas volátil que, pensándolo bien, no debe ser nada malo.
Yo también tuve una luxindex verde que aún conservo. Más tarde me pasé a las grandotas de mesa que eran como un ladrillo para ir con ellas a todas partes, pero te las regalaban por Navidad las firmas comerciales y había que aprovecharlas.
Más tarde, otro regalo navideño fue una mini-mini-agenda tamaño tarjeta de visita, que le hacía mucha gracia a un amigo mío. Tenía la ventaja de su ligereza y, sobre todo, que hacía las mismas cosas o más que con la grande.
El objetivo no es sólo apuntar las cosas para evitar que se te olviden (el mero hecho de anotarlas ya refuerza la memoria), lo principal es el placer que supone tachar lo ya hecho. A veces, incluso apunto algo y acto seguido lo tacho. Da sensación de tiempo aprovechado.
Y últimamente he descubiero que un cuadernito con espiral lateral surte casi los mismos efectos que la agenda, con la adicional ventaja de que puedes llevar el boli o lápiz metido dentro del canutillo (o espiral o comosediga).
Luego seguiré si puedo.
Y por cierto: no llevo comisión de agenda alguna, resulta que aún existe la marca citada... ¿han logrado sobrevivir a la invasión china?
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Pierdo un poco la noción del tiempo y dudo si son horas, días o semanas el tiempo transcurrido sin saber de algunos amigos y familiares. A veces doy un toque, otras no, porque aún echando de menos temo las noticias. No estoy para emociones fuertes, ni buenas ni malas.
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Estoy leyendo "La enfermedad como camino", libro que me recomendó un querido amigo y que casualmente tenían en la biblioteca del centro. Es un poco ladrillo unos ratos, pero muy interesante otros.
Me recuerda a mi juventud: Herman Hesse y su lobo estepario, Lobsang Rampa y su ermitaño, E.T. Hall y su oculta dimensión. ¿Y de qué me suena también Khalil Gibran?
Especial interés me ha despertado el capítulo IV, de título "BIEN Y MAL", que hace una interesante interpretación de la bíblica figura de Adán. Adán como andrógino, nunca lo hubiera imaginado. Nos habla de unidad y polaridad, de la luz y la oscuridad, del Yin-Yan. En fin, que una vez más se vuelve una a sentir una mota de polvo en el Universo y eso está bien, creo yo.