domingo, 12 de diciembre de 2010

No es un día cualquiera

Soledad Puértolas.

La descubrí con “El bandido doblemente armado”, allá por el año 1990-1992, cuando aún era poco conocida (no digo “muy poco conocida” porque ya publicaba en Anagrama). Me atrapó.
Poco después, leí en una columna suya, o un artículo de opinión de

nosecuál
suplemento
dominical


(¡cielos! en verso con rima… ya casi soy poeta ;-)

La cosa iba de Ágatha Christie, hablando de la baja calidad de sus novelas. Me extraña la expresión “baja calidad” en boca de Soledad, pero ese es el mensaje, el concepto que yo recuerdo. Ni corta ni perezosa, que diría mi madre, yo la envié una carta a su editorial habitual expresándole mi disconformidad.
El lector madura, comenzamos de niños con los tebeos, pasamos por “Las aventuras de los cinco” y Zane Grey en la adolescencia, seguimos con Julio Verne y Herman Hesse en la juventud y, con un poco de suerte y vocación, nos vamos adentrando en la madurez de la mano de otros autores más Literarios, con mayúscula.
Ágatha Christie perteneció a mi época de adolescencia, trece añitos, junto con Celia, Isabel, y nuestra rebeldía contra las monjas. Así se lo expresaba yo, más o menos, a esta entonces “escritora secundaria” quien, para mi sorpresa, me contestó. Con tanta mudanza a mis espaldas, a saber dónde guardo esa carta que, recuerdo bien, estaba manuscrita e iba acompañada de una postal muy bonita con un dibujo de una cúpula de Brunelleschi.
Seguramente esto Soledad lo haya olvidado, o tal vez no, porque su calidad humana es de una talla XXXL. O tal vez sí, porque su memoria no puede tener veintiocho millones de gigabytes. Da lo mismo.

Ayer, ya señora académica (felicidades de corazón, Soledad), fue entrevistada en el conocido programa de Pepa Fernández "No es un día cualquiera" en RNE-1. Vaya “duelo” precioso de excelentes conversadoras. Hablaron de los personajes secundarios (tema de su discurso de toma de posesión como académica), de vecinos, de viajes, de vacaciones en familia, de salud…

Me sentí hace tiempo identificada con Soledad una vez que leí que ella nadaba a diario debido a su precaria salud. Yo tengo problemas en la espalda desde los trece años, con la que me llevo bien si nado, voy a un buen fisioterapeuta y no me excedo.

En esta charla con Pepa, volvió a salir el tema de su salud. Habló Soledad de la incomprensión de los demás ante las personas (especialmente si son jóvenes); de su “negación”. Le cuesta a la gente comprender que hay niños, jóvenes, maduros, que no podemos hacer las mismas cosas que los demás… como si quisieran negar que el dolor y la enfermedad existen, cuando son parte consustancial de la vida.

Me dejó la entrevista, en fin, bastante encandilada porque esta mujer es fluída y precisa, como su prosa. En sus novelas importa poco lo que pasa, lo realmente emotivo es el cómo lo cuenta ella, Soledad, que me envió una carta manuscrita hace millones de años y ahora… ¿dónde estará aquella carta? ¿dónde la postal de Brunelleschi?
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También hablaron de las mentiras. De esas mentiras que todos hemos dicho. De esas a las que los hijos, todos los hijos, hemos recurrido para evitar un "no te dejo" o por falta de ganas de dar excesivas explicaciones. Soledad le decía a Pepa que le interesaba "explorar esas mentiras". Este fragmento de la entrevista me recordó tantas cosas... Entre otras a mis favoritos "Apres la pluie" y "Preludio del desamor".
Pero como decía, no sé bien si Joyce en "Retrato de un artista adolescente" o Rylke en "Cartas a un joven poeta", como alguno de los dos escribió:

"... cuando el artista ha finalizado su obra, permanece indiferente, limándose las uñas..."


Lo cual a mi vez me recuerda a la ironía de la concursante que se lima las uñas mientras el jurado delibera sobre su propuesta al concurso (en mi breve relato "El jurado"). No sé si esta ironía puede ser captada, al menos no fácilmente.

Como escribía, que me disperso, yo ya estoy pensando en mi siguientes pinitos cuando acabo de poner a la venta mi primera cosa.

Y también comentaba hace unos días con alguien (¿con Esther?):

- Yo ya he tenido un hijo, he plantado un árbol y he escrito un libro. Mi misión en la vida está cumplida - eso se decía antes, no sé ahora.

En realidad he plantado varios árboles, no muchos, pero sí dos o tres y uno de ellos -un abeto de navidad- prendió y creció, hace tiempo que no voy a verlo. También he escrito más de un libro (si es que se puede llamar "libro" a lo que he/me han publicado).
Sin embargo me quedé con ganas de tener una hija; la Naturaleza no quiso y yo no quise contrariarla. Ahora ya es tarde.

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