sábado, 18 de diciembre de 2010

La flor de Pascua, el negrito y el supermercado.


Después de unos días intensos de papeleo, llamadas y emociones (positivas y negativas), llegó el viernes y mi cita con la psicoterapeuta Yolanda. Comió aquí mi prima Paloma y me acercó hasta la zona y, como sobraba tiempo, me tomé un café y di una vuelta. En esto que me fijo que en la esquina donde hay una tienda de flores, muy bonita la tienda y muy bonita la flor.
Ya la semana pasada me dijo Yolanda que merecía un premio por mi auto-control, pero no supe decidirme por nada. Días más tarde recordé una preciosa pascua bicolor que había visto en una floristería junto a la casa donde viví mis primeros veinte años. Había preguntado su precio, veintidós euros, y me dije que lo pensaría.
Después del premio no materializado y la semana de sobresaltos y autocontrol extra, había yo ya tomado la decisión de comprarme la flor, aunque aún me dolían los veintidós euros.
Pero ayer, ese viernes, se me apareció una gemela de mi soñada flor y entré a preguntar.

- Son diez euros... me parece que sólo queda esa - me dijo el dependiente.
- ¡Me la llevo!

Me quedé tan contenta.
Iba yo por una estrecha y céntrica calle con mi bolso, ya habitualmente grande (¡qué tiempos aquellos en que los bolsos suscitaban la curosidad varonil!). Además, me había comprado unas magdalenas para desayunar y ahora, la flor.
Cuando voy a psicoterapia, como hablo mucho, me gusta llevar una botellita de agua para poder beber en las pausas. Con mis paquetes a cuestas, apenas se me veía y además estaba cansada del día, de la semana y del volumen. Paso por delante de un supermercado pequeño (no soporto los grandes) y me acuerdo del agua, pero... ¡cómo pasar de aquella guisa!

CONTINUARÁ

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