sábado, 23 de octubre de 2010

Agendas, algo de morriña y Adán.

Siempre he llevado agenda, desde que tengo uso de sinrazón, la adolescencia más o menos. Entonces, las cosas duraban toda la vida y solo había que arreglarlas o comprar recambios, pero eso era cuando aún no nos habían invadido los chinos ni la cultura del usar y tirar.
Las personas despistadas no somos nada sin agenda. Pero nada, apenas gas volátil.
Debe ser cosa genética porque recuerdo a mi padre con su luxindex a todas partes, a mi madre con notitas con "celo" o alfileres por todos los rincones de la casa, y a mis hermanos también con su sistema de llevar siempre consigo su maletita del debe y el haber en formatos diversos.
Tal vez lo genético sean las agendas y no el despiste.
El otro día me recomendaba una psicoterapeuta del centro llevar agenda. Vaya. Ha descubierto la pólvora esta mujer. Parece ser que hay gente que se resiste. Pues bueno, serán gas volátil que, pensándolo bien, no debe ser nada malo.
Yo también tuve una luxindex verde que aún conservo. Más tarde me pasé a las grandotas de mesa que eran como un ladrillo para ir con ellas a todas partes, pero te las regalaban por Navidad las firmas comerciales y había que aprovecharlas.
Más tarde, otro regalo navideño fue una mini-mini-agenda tamaño tarjeta de visita, que le hacía mucha gracia a un amigo mío. Tenía la ventaja de su ligereza y, sobre todo, que hacía las mismas cosas o más que con la grande.
El objetivo no es sólo apuntar las cosas para evitar que se te olviden (el mero hecho de anotarlas ya refuerza la memoria), lo principal es el placer que supone tachar lo ya hecho. A veces, incluso apunto algo y acto seguido lo tacho. Da sensación de tiempo aprovechado.
Y últimamente he descubiero que un cuadernito con espiral lateral surte casi los mismos efectos que la agenda, con la adicional ventaja de que puedes llevar el boli o lápiz metido dentro del canutillo (o espiral o comosediga).
Luego seguiré si puedo.
Y por cierto: no llevo comisión de agenda alguna, resulta que aún existe la marca citada... ¿han logrado sobrevivir a la invasión china?
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Pierdo un poco la noción del tiempo y dudo si son horas, días o semanas el tiempo transcurrido sin saber de algunos amigos y familiares. A veces doy un toque, otras no, porque aún echando de menos temo las noticias. No estoy para emociones fuertes, ni buenas ni malas.
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Estoy leyendo "La enfermedad como camino", libro que me recomendó un querido amigo y que casualmente tenían en la biblioteca del centro. Es un poco ladrillo unos ratos, pero muy interesante otros.
Me recuerda a mi juventud: Herman Hesse y su lobo estepario, Lobsang Rampa y su ermitaño, E.T. Hall y su oculta dimensión. ¿Y de qué me suena también Khalil Gibran?
Especial interés me ha despertado el capítulo IV, de título "BIEN Y MAL", que hace una interesante interpretación de la bíblica figura de Adán. Adán como andrógino, nunca lo hubiera imaginado. Nos habla de unidad y polaridad, de la luz y la oscuridad, del Yin-Yan. En fin, que una vez más se vuelve una a sentir una mota de polvo en el Universo y eso está bien, creo yo.

2 comentarios:

  1. tengo retazos de papel abrochados donde voy anotando todo lo que me surge, desde listas de compras, listas de deudas, nombre de escritoras y poetas para googlear, frases que escucho, diálogos con los que me despierto, listas de hombres que he besado, listas de personas cercanas que han muerto, listas con las claves de acceso a mis diferentes sitios, etc etc etc...adoro las listas, adoro tachar, me encantan y aún no sé bien porqué!

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  2. Yo estoy leyendo "La isla bajo el mar" me le ha recomendado mi hija, sin acordarse que yo se le regalé. me está gustando...podrías intentarlo.
    Un beso corazona.

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