lunes, 1 de noviembre de 2010

Calle Límite.

Hoy recorrí el barrio donde se ubica mi nuevo “cole”. Casualmente está muy cerca del barrio en el que me crié. Al decir muy cerca, me refiero a la escala madrileña. Esta mañana de domingo otoñal me fui dando un paseo, a pasito de tortuga (la velocidad máxima que he llegado a alcanzar, por ahora, es de 2,2 Km/h). Y pasito a paso, he llegado hasta el que fue mi primer colegio, desde los cuatro hasta los ocho años. Lo que hoy es la Facultad de Humanidades del CEU, fue hace cuarenta años un colegio pequeño, muy innovador e increíble que existiera en aquella época ñona y rancia. Era, es, una gran chalet, seguramente hoy declarado Bien de Interés Cultural o similar. A lo que iba: el chalet lo habitaba una rica heredera que, a su vez, lo alquilaba a unas monjas jesuitas, llenas de energía e ilusión, involucradas en un proyecto educativo que daba mucha importancia a los idiomas, las Artes y las Humanidades. Como ejemplo, teníamos clases de Música y Canto, Inglés y Francés (impartidos por nativas), Gimnasia Rítmica; todo esto desde parvulitos (cuatro años) y con carácter NO optativo.

Aprendimos a sumar con unas regletas de madera de colores. El “uno” era un cubito blanco de un centímetro de lado; el dos, un paralelepípedo de dos centímetros y así sucesivamente, de forma que las piezas iban encajando: si ponías la regleta del cuatro (rosa) y a continuación la del cinco (amarillo), tenían una longitud igual a la del nueve (azul). Era como un juego, con el que no nos costó nada aprender estas sencillas operaciones aritméticas, y ya desde el primer año. Es decir, con cuatro añitos ya sabíamos sumar y restar del uno al diez, cantar My bonny is over the ocean y Frere Jaques con un acento casi perfecto, todo lo cual en aquella época (y en la de hoy me temo que también) era realmente asombroso.

Me he puesto nostálgica recordando mi primer año de cole, agarradita a las faldas del hábito de la Madre XXX (no recuerdo su nombre), creo que hoy sabría llegar hasta mi "clase" (así se llamaban entonces la aulas) si entrara a su interior.
Nos sentábamos, en los dos primeros años, alrededor de unas mesas circulares donde cabíamos seis o siete niñas. Después, nos pasaban a espacios amueblados más “al uso” con pupitres de bandeja inferior para guardar los libros y cuadernos. NO nos llevábamos deberes a casa, no hacía falta. En su línea de originalidad, las notas o informes escolares eran también de colores y con forma de triangulito, y eso lo recuerdo con precisión fotográfica:

- Amarillo = sobresaliente (9-10)
- Azul = Notable (7-8)
- Rojo = aprobado (5-6)
- ¿Transparente? = Suspenso (creo que o no existía el suspenso, o yo no saqué ninguno).

Ponían nota también en “Orden y aseo”, “Compañerismo”, “Disciplina”, "Respeto a sus superiores" y cuestiones así de etéreas pero que hoy, visto con ojos de adulta, creo que son tan importantes o más que aprender a sumar.
También hacían gráficas (a mano y con lápices de colores) de la media y de tu nota. Mi padre miraba si su niña iba por encima o por debajo de la media, era lo que más le importaba. Qué gracia me hace ahora y cómo ilustra todo esto la formación que he recibido.

En mi casa, yo ponía también notas a mi familia y como era la benjamina, les hacía mucha gracia. A mi padre siempre le ponía un amarillo en “Comer”, a mi abuela un rojo en la misma asignatura; a la tata un rojo en “Orden y Aseo”, mientras que a mi madre un amarillo. Mis hermanos tenían notas más variables. Yo todo esto me lo tomaba muy en serio, no entiendo muy bien la razón.

My bonny is over the Ocean
my bonny is over the sea,
my bonny is over the Ocean,
oh bring back my bonny to me, to me...

Bring back, oh bring back,
oh bring back my bonny to me, to me...


El colegio estaba en la Calle Límite, desaparecido el nombre hoy, que no su trazado.

1 comentario:

  1. TREMENDO. Ahora entiendo porqué papá miraba nuestras notas con respecto a la media...
    Y sí, sigue siendo un plan ambicioso y poco realista so far el del bilingüismo.
    Todavía se llaman "clase" a las aulas.
    Y usamos regletas para aprender a sumar.
    Cualquier aprendizaje es importante cuando se es pequeñajo, y es para siempre...

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