Jueves y capítulo III

Dicen que la necesidad agudiza el ingenio. Será por eso, no lo sé. Será por la ausencia de necesidad. No tengo NPI. Lo único que yo sé a ciencia cierta es que me he pasado la vida de mudanza en mudanza, ahora aquí, luego allá. Primero Salamanca porque mi maridito curraba allí. Luego Madrid porque se le acabó el currele y a mí me salió uno en los madriles. C´est la vie!
Y al principio, pensaba que era algo temporal, pero ya con 52 tacos a mi frente y a mis espaldas no puedo sino pensar que soy yo, que tendría razón mi (ex)maridito cuando me decía que “yo no estaría nunca a gusto del todo” (sic) en ningún sitio. Es posible que tuviera razón, sí, claro que es posible.
Después de la primera tanda Salamanca-Madrid llegó la segunda: Madrid-Salamanca otra vez. Ya había nacido mi hijo Daniel (buscado, querido, deseado) y la excusa que me sirvió esta vez fue que “por el precio de un pisito de segunda mano en un barrio cutre de Madrid, podíamos comprarnos una súper-casa en una urbanización no voy a decir de súper-lujo pero sí muy decente (con guardería, piscina, mesón, supermercado…)”. Ahora me doy cuenta de que todo fueron argumentos que yo me buscaba a la fuerza, para no reconocer lo que para algunos ya era obvio: que huía y huía, no sé muy bien de qué ni por qué. Tal vez huía de mí misma, para no afrontar la vida cara a cara. Tal vez de la vida, tal vez de nuncasesabe. ¿Y si se llegara a saber? ¿Y si ysi ysi? ¿Y si…?

Bueno pues aquí estoy dale que te pego, escribiendo mis memorias y
reflexiones más aburridas que unas vacaciones en un seminario, eso sí con una paz que te mueres (de aburrimiento). Esta es mi vida, señores, señoras, señoros, señoris, señorus, ay madre qué lío me estoy haciendo…


Y que el Word este me está empezando a fallar (que no follar; no, no es lo mismo, no por mucho que os empeñéis) y hace cosas raras como comerse letras sin que nadie le autorice, ya me diréis por qué, yo NPI.