martes, 26 de octubre de 2010

La felicidad está dentro de uno.

Próximo ya mi traslado a otra residencia, la experiencia vivida de tres meses en este centro, me hace re-afirmarme en que la felicidad no depende de los motivos.
Hay quien lleva su desgracia con una sonrisa puesta al compás de su silla de ruedas y los hay que, amargados por su situación, lanzan su mal humor con quien pillen a tiro. Hay quien se abandona y se dejaría arrastrar por la desidia hasta morir mientras que, en sus mismas circunstancias, otras personas se aferran a la vida y a las ilusiones con una fuerza admirable.

Margarita y Julia, dos viejecitas del gimnasio, muy menudas, Margarita de aspecto más informal, Julia vestida como para ir de boda. Son muy amigas hasta que se enfadan, y se comportan entonces como dos chiquillas. La una arrima la silla a la otra, con muy mal genio, la otra la descalifica en público. Son las que un día casi se pegan (ya lo conté).

Antonio, que siempre está de buen humor, solo sabe decir "pero bueeeeeeno", "ostras" (vaya cosas que te enseña la logopeda, le digo yo), y "muy bien, hombre". Mi compañera de mesa, Pilar, mujer de 81 años, simple ama de casa pero muy entrañable. Ambos van en silla de ruedas, Pilar por una especie de hemiplejia que dejó paralizado su costado izquierdo. Casi todas las tardes y todos los fines de semana se la llevan sus hijos. Antonio, como resultado del ictus que sufrió. Antonio toma el mismo anti-convulsivo que yo y le tuvieron que ingresar hace poco porque no se quiere tomar las pastillas. Su hermano se enfadó mucho y ahora la enfermera le espera hasta que se las traga. Antonio y Pilar son amigos, bromean y yo bromeo con los dos.

Maribel, la cubana, mi primera compañera de mesa. Insoportable la señora, siempre señalando con su dedo índice y cotorra sin parar. Aguanté estoicamente porque era afable, hasta que en dos días seguidos soltó tres veces "qué aburrimiento" y, a continuación:

- No somos buenas compañeras de mesa.

La castigaron cambiándola de mesa. "No voy a soportar impertinencias", le dije a la coordinadora. La sentaron con la más charlatana del comedor y así se convirtieron en contrincantes, compitiendo a ver quien hablaba más.

Todo el personal auxiliar, su paciencia y su dedicación, su buena cara por regla general. También su perceptible tensión (han echado a varios desde que estoy aquí).

En fin, lo dejo escrito para que no se me olvide.

Revolviendo en mi blog me encontré con este aforismo (¿mío?):

LA FELICIDAD ES UNA QUIMERA INALCANZABLE A LA QUE NO PODEMOS NI DEBEMOS RENUNCIAR.

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